Se le llama hipoacusia al trastorno sensorial que se caracteriza por la incapacidad de escuchar sonidos. A su vez, genera problemas en el lenguaje, el desarrollo del habla y la comunicación. Se estima que uno de cada 300 niños nace con un problema de audición, y uno de cada mil con una sordera profunda. Puede ser unilateral (en un solo oído) o bilateral (en ambos oídos), y en los adultos mayores se presenta por efecto del envejecimiento.
Existen varios tipos de hipoacusia, puesto que la gravedad de esta condición está dada por tres factores como son: la ubicación de la lesión, el momento de su aparición y la intensidad de la dificultad auditivita.
Básicamente la hipoacusia puede darse tanto en la etapa prenatal como en la postnatal, e incluso en la adolescencia tardía. Dependiendo de la etapa en la que surja, la hipoacusia puede ser prelocutiva (se manifiesta antes de aprender a hablar), postlocutiva (luego de aprender hablar), y perilocutiva (en el proceso de aprendizaje del habla).
Para cada variedad existe un método de abordaje, sin embargo, lo más importante es solicitar ayuda médica cuando los inconvenientes para oír son recurrentes o empeoran, cuando afecten el estilo de vida, cuando se presentan acompañados de zumbidos, dolor de oído, migraña, entumecimiento y debilidad.
Otras variantes de la hipoacusia
Considerando la localización, las hipoacusias pueden ser de percepción o neuro sensoriales, o de transmisión o conductivas, siendo las primeras las más graves.
La hipoacusia de percepción se caracteriza por la afectación en el oído interno, o en el nervio que envía el sonido hacia el cerebro. La causa determina si se presenta de forma súbita o progresiva, si perjudica a uno o a los dos oídos, y su desarrollo en la fase prenatal o postnatal.
La hipoacusia de transmisión se da cuando la parte mecánica del oído (el medio y externo) se encuentra comprometido por patologías en el oído o en el tímpano, por esclerosis, traumatismos, otitis media o malformaciones congénitas.
La hipoacusia también se divide en varias categorías, según de la intensidad. En ese caso puede ser:
Ligera: Se origina cuando la pérdida es de 20 a 40 decibelios (dB). La dificultad es para percibir entornos ruidosos, o para escuchar charlas lejanas.
Media: Surge cuando la deficiencia es entre 40 y 70 dB. Por lo general, a la persona le cuesta participar en conversaciones.
Severa: (70 a 90 dB). Los pacientes únicamente pueden oír conversaciones muy altas, y con una distancia menor a los 30 centímetros.
Profunda: por encima de los 90 dB. Quienes la padecen solo pueden escuchar sonidos de ambiente muy intensos.
Causas de la Hipoacusia
Los agentes desencadenantes varían según el tipo de hipoacusia y la edad en la que aparezca. La infantil, por ejemplo, puede darse en el mismo momento del nacimiento, producto de agentes perinatales o prenatales. También puede evidenciarse entre los dos y cuatro años de edad, provocada por infecciones que se derivan de otitis media.
Si la hipoacusia es prenatal, puede tener un origen genético o adquirido, ya sea por infecciones, sustancias ototóxicas, patología materna gestacional o radiaciones.
Si es perinatal, puede estar vinculada con herencia familiar, nacimientos prematuros o con un peso inferior a 1,5 kilos, infecciones durante la gestación, malformaciones craneofaciales, meningitis bacteriana, hábitos tóxicos de la madre, ventilación mecánica durante más de cinco días o sufrimiento fetal en el alumbramiento.
La postnatal se deriva de tumores, traumatismos craneales, rubéola, meningitis, infecciones en el oído, parotiditis y encefalitis. Tiende a dar sus primeras señales a los 28 días del alumbramiento.
En adultos, la hipoacusia o sordera se debe a la sobre exposición a ruidos fuertes por carácter ocupacional, por el envejecimiento o por daños severos en el aparato auditivo.
Síntomas de la Hipoacusia
El principal síntoma es la disminución de la audición. En los bebés, se detecta cuando el niño tiene problemas para atender los sonidos emitidos por los padres, o por un retraso para comenzar a hablar, en comparación con otros niños de la misma edad.
En edades más avanzadas, el niño puede registrar bajo rendimiento escolar, o solicitar constantemente que se les repita lo hablado. Todo esto puede afectarlos de manera psicológica, pudiendo enfadarse, aislare, entristecerse o irritarse.
En los adultos, la mengua en la capacidad auditiva es notada por ellos mismos, necesitando acercarse notablemente a las personas para poder escuchar lo que dicen. Otro síntoma recurrente es hablar con un tono de voz muy alto o necesitar volúmenes exagerados en dispositivos audiovisuales.
Tratamiento y diagnostico de la Hipoacusia
Las hipoacusias de transmisión pueden tratarse satisfactoriamente con la utilización de antibióticos, y la colocación de tubos tras timpánicos. Generalmente no deja secuelas.
Las procedidas por lesiones, se pueden combatir con cirugías.
Las que se presentan en los pacientes con malformaciones congénitas, pueden tratar de solucionarse con procedimientos quirúrgicos o implantando dispositivos electromagnéticos.
Las hipoacusias de percepción no tienen una solución definitiva, puesto que el daño neuronal no se puede reparar. En estos casos, se debe optar por implantes cocleares y audífonos.
Para el diagnostico de cualquiera de estas variantes, el galeno puede sugerir la realización de una otoscopia, a través del cual se pueden hallar obstrucciones, infecciones y tumores. Con la resonancia, se puede notar la presencia de alguna irregularidad en las estructuras, mientras que con una revisión con el diapasón, se puede descartar alteraciones en la transmisión del sonido.
Habrá individuos que requieran participar en pruebas de otoemisiones acústicas como audiometría o timpanometría.
A quien más atención se le debe prestar es a los chiquillos. Un infante con hipoacusia puede sufrir en demasía y no por los síntomas físicos, sino por los emocionales, especialmente si la pérdida de audición se produce repentinamente. Los cambios serán difíciles de soportar si no cuenta con apoyo psicológico.
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