La nictofobia es el miedo injustificado e intenso que se tiene a la oscuridad, específicamente a la noche. Aunque es padecida comúnmente por los niños, también puede aparecer, en menor proporción, en adolescentes y adultos. Esta fobia es provocada por la percepción errónea del cerebro de lo que pudiera suceder cuando nos encontramos en un ambiente oscuro. Si bien es cierto que la oscuridad inspira temor, siendo uno de los miedos más habituales entre pequeños de dos a ocho años de edad, no puede confundirse con ese terror que suele producir la noche, y que lleva a los infantes a imaginarse situaciones en las que aparecen formas extrañas y temibles.
La nictofobia es considerada una de las fobias más comunes pero, no por ello debe restársele importancia. Es un grave trastorno que amerita atención psicológica inmediata, ya que puede perturbar significativamente el sueño de las personas que lo padecen, hasta llegar al insomnio. Además, los síntomas pueden presentarse solo ante la simple idea de encontrarse a solas en la oscuridad. A la nictofobia también se le conoce como acluofobia, escotofobia y ligofobia.
CAUSAS DE LA NICTOFOBIA
Grandes estudiosos como el Doctor Sigmund Freud afirmaron que el miedo a la oscuridad es derivado por un desorden de ansiedad producto de una separación, lo cual significa que en todo momento, y ante cada cambio propio de las etapas evolutivas del ser humano, puede aparecer este temor, pues con frecuencia nos estamos separando de alguien o algo. Cuando se es un niño pequeño, la separación del cuarto de los padres puede llegar a ser uno de los eventos más traumáticos, e incluso puede ocasionarle algún trastorno, entre ellos la nictofobia. Es por esto, que esos cambios, por más sencillos que parezcan, deben hacerse de forma planificada, gradualmente, con gran atención y cuidado, transmitiéndole seguridad y confianza al niño. Nunca debe hacerse como un castigo o situación que le haga sentirse rechazado.
Otras de las causas de la nictofobia son las pesadillas atemorizantes recurrentes, los acontecimientos angustiantes sufridos u observados en la oscuridad, así como la relación de la noche con la ocurrencia de hechos negativos y peligrosos como robos, accidentes o atracos. Todas estas experiencias de aprendizaje directas e indirectas pueden producir una asociación entre la oscuridad y acontecimientos negativos. Igualmente, los niños que tienen familiares cercanos que padecen un trastorno de ansiedad, son más propensos a desarrollar fobias de diversa índole.
SÍNTOMAS PRESENTADOS
El miedo extremo e irracional que sufre un niño o cualquier persona a estar en un lugar oscuro, produce ansiedad, aumento del ritmo cardíaco, escalofríos, sudoración, excitación psicomotriz, náuseas, vómitos, vértigo, bloqueo del pensamiento. Si estos síntomas ocurren en un lapso de seis meses, será criterio clínico suficiente para que el psiquiatra diagnostique la nictofobia.
OPCIONES DE TRATAMIENTO
Ante la presencia de una nictofobia que no se haya podido manejar en el hogar, es inminente buscar ayuda de profesionales terapéuticos, quienes considerarán el tratamiento más indicado para la intervención del paciente. Entre estos pudieran encontrarse los fármacos o medicamentos relajantes o somníferos, que ayudarán a la persona nictofóbica a conciliar el sueño. También se puede recurrir a la Psicoterapia, que debe recibirse siempre de manos de especialistas del área. Normalmente consiste en una terapia de desensibilización sistemática, mediante la cual, de forma muy progresiva, el individuo irá tomando conciencia de su estado, aprendiendo poco a poco a controlar sus reacciones. Este tipo de terapias se conocen como Terapia Cognitivo Conductual y supone la exposición del paciente a la fuente del miedo, pero en un entorno controlado. Otra opción son las terapias alternativas, como la hipnosis, la meditación, el yoga y los ejercicios de relajación. La Programación Neurolingüistica aplicada a patologías emocionales, es igualmente considerada para el abordaje de las fobias.
¿PUEDE EVITARSE LA NICTOFOBIA?
La nictofobia puede evitarse aplicando medidas pertinentes para que los niños superen, lo más pronto posible, su miedo natural a la oscuridad. Entre estas prácticas se encuentran: realizar juegos en la penumbra o con los ojos tapados, interactuando con el contexto, como dar palos a las piñatas; utilizar una luz tenue en la habitación, no obligar al infante a dormir en total oscuridad, evitar todo tipo de estímulos que aumenten el temor, enfrentarlo paulatinamente a situaciones de oscuridad más temidas, y seguir una rutina similar a la hora de acostarlo por las noches, lo cual facilitará que se habitué a ciertas regularidades.
Ante una crisis no es recomendable encender la luz sino tratar de calmar al niño en la oscuridad, de esa forma se dará cuenta de que no corría ningún peligro estando a oscuras. Lo ideal es que estas medidas se tomen con el asesoramiento y seguimiento especializado. Demás está enfatizar, que el apoyo de los padres es preponderante para la superación de la fobia. Debe prevalecer la paciencia, el cariño y el entendimiento.
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