El miedo a sonrojarse es conocido como eritrofobia; un temor irracional e inexplicable que puede desencadenar graves episodios de desesperación u obsesión. Ese color rosa que suele enmarcar nuestras mejillas cuando nos sentimos atemorizados, avergonzados o enamorados, es una respuesta del sistema nervioso simpático que hace que los vasos sanguíneos se dilaten y la sangre suba rápidamente al rostro. Aunque es un proceso complejo en el que intervienen adrenalina, respiración y transmisores, no deja de ser una simple reacción fisiológica involuntaria que aparece y desaparece sin generar molestias ni daños. No obstante, hay quienes se aterran al pensar que ese signo natural, pero incontrolable, los pueda dejar en evidencia o convertirlos en centro de burlas o malos comentarios.
La eritrofobia sumerge a la persona en un círculo vicioso difícil de controlar. Será suficiente que alguien más le diga que se está sonrojando, aunque no sea verdad, para que su sensación de apocamiento se agudice y el color rojo se intensifique. Se sentirá criticado, señalado y angustiado, y eso desencadenará una serie de síntomas físicos y orgánicos que podrían afectar considerablemente su salud y estabilidad emocional.
Quienes padecen de eritrofobia se frustran cada vez que aflora el color rojo en su rostro, se juzgan duramente por no saber qué hacer en esos momentos y por no poder controlar esa reacción. Su mayor preocupación es que el resto del mundo lo vea como un signo de debilidad o de incapacidad para relacionarse de forma efectiva.
La eritrofobia es una fobia social tan extrema, que las personas pueden llegar a evitar reuniones, fiestas o encuentros con la pareja. Se desata el miedo escénico y su vida se ve completamente amenazada, pues no se consideran con el valor suficiente para desenvolverse en el plano laboral, escolar o personal. Por lo general se encierran en una soledad que puede ser peligrosa.
Cómo identificar la eritrofobia
El deseo compulsivo por la perfección, la baja autoestima y los constantes episodios de ansiedad, son algunas señales de eritrofobia, un trastorno que se manifiesta con más frecuencia durante la infancia y la adolescencia, cuando se entra en el proceso de socialización y crecen las ansias de aceptación e integración grupal. Aunque con el paso del tiempo puede ir desapareciendo, existen personas que aún a los 40 años muestran signos de esta condición, que puede llegar a ser patológica si no se controla a tiempo y de la manera correcta.
Hay muchas otras razones por las cuales un individuo puede llegar a ruborizarse, incluso ciertas afecciones provocan esa tonalidad. Una alergia, el exceso de frío o calor, los entrenamientos físicos y la fiebre, por ejemplo, pueden enrojecer las mejillas. Aunque la eritrofobia se asocia más con la timidez, quien se muestre afectado por este trastorno puede desarrollar ataques de angustia y estrés ante cualquier situación que detone esa reacción.
Síntomas de la Eritrofobia
- Excesiva sudoración en diferentes partes del cuerpo.
- Temblores
- Aceleración del ritmo cardiaco
- Tartamudeo o dificultad para llevar una conversación hilada
- Problemas para respirar
- Desmayos
- Llanto
Tratamiento de la eritrofobia
Aunque no existe una “píldora mágica” para hacer que la persona deje de ruborizarse, los médicos recetan una serie de antidepresivos que ayudan a prevenir los síntomas de la fobia. Los inhibidores que controlan la serotonina son los más recomendados, al igual que los beta-bloqueantes que disminuyen las palpitaciones, y los ansiolíticos que reducen la ansiedad. Sin embargo, después de cierto tiempo, estos medicamentos pueden dejar de hacer efecto por el constante uso. De allí la importancia de contar con la asesoría y apoyo especializado.
Los fármacos pueden combinarse con terapia cognitiva-conductual, un gran recurso para el tratamiento de las fobias, pues permite que el afectado maneje sus emociones, enfrentándose progresivamente a sus temores.
En situaciones agudas de eritrofobia, es posible recurrir a una intervención quirúrgica torácica llamada simpatectomía, la cual se realiza por medio de una endoscopia, para evitar que la persona se sonroje y sude excesivamente. Sin embargo, será una “solución” efímera mientras existan otros problemas de fondo como miedo, angustia y baja autoestima, los cuales no se curan con ningún tipo de cirugía.
Se puede evitar
Lo más relevante para el control de las fobias, en especial la eritrofobia, es la conducta que tome el paciente y la manera en la que decida afrontar sus miedos. Al estar relacionada con comportamientos y emociones, es más fácil de sobrellevar si se toman en cuenta algunas de estas sugerencias, en especial en esos momentos en los que comienzan a aparecer los síntomas del trastorno.
- La relajación cuenta: Se debe aliviar la tensión del cuerpo y los músculos, manteniendo la postura y el equilibro en las piernas. Inhalar y exhalar es de gran ayuda, así como sonreír. Eso evitará la ansiedad propia de la eritrofobia.
- Desestimar la situación: No se le debe dar importancia a algo que realmente no lo tiene y menos si los demás no se dan cuenta de ello. Mientras más se enfoquen en el rubor, más aparecerá. Conviene pensar en otra cosa y ocuparse en algo divertido para olvidar que eso está pasando.
- El humor es clave: Si lo que preocupa es que las demás personas lo noten, se puede intentar contar un chiste o soltar un comentario que les haga ver que se conoce la situación para liberar la angustia de saber lo que piensan los demás. Todo con calma puede fluir.
- Comprender que no hay nada de malo en ello: El rubor en las mejillas es sólo un indicativo de que la sangre fluye y eso es normal. Es una señal de vida. Se genera por el estrés, la angustia, el calor, etc. No hay por qué temer. Es tan natural que infinidad de mujeres buscan copiar ese lindo color rosa con un poco de rubor artificial.
- Evitar las situaciones que le hagan sonrojar. Para ello hay que detectar los instantes o circunstancias que provocan la coloración. Es cierto, hay hechos de los que no se puede escapar. En esos casos, vale más condicionar el cuerpo y la mente para creer que no hay ninguna razón para ruborizarse.
- Se deben alejar los prejuicios. No es importante lo que piensen los demás de uno, sino lo que uno piense sobre sí mismo.
- Ejercitarse bajará la presión arterial y, con el tiempo, hará que el individuo se vuelva inmune a ruborizarse.
- Asistir a terapias grupales puede funcionar: Las experiencias de otros ayudan. Hablar sobre lo que nos hace daño es clave para aprender a controlarnos. El yoga también es bueno porque ayuda a controlar la conexión mente/cuerpo y a eliminar las creencias no saludables.
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