La tos es tan persistente que cuesta respirar, también hay vómitos, catarro y fiebre. Para los médicos es difícil hacer el diagnóstico, pues generalmente se confunde con otras enfermedades respiratorias. Es una condición grave, contagiosa y que generalmente afecta a los niños. Se trata del síndrome coqueluchoide.
Suele confundirse con la tosferina, pero a diferencia de esta que es causada por una bacteria, en el síndrome coqueluchoide intervienen al menos 14 agentes entre virus y bacterias. La tos convulsiva, seca o con flema y con silbido es su principal característica, pero al estar acompañada de otros síntomas, se puede pensar que se trate de asma, neumonía, bronquitis o faringitis.
Las bacterias que producen el síndrome coqueluchoide son: B. Parapertusis (que produce la tosferina), C. Bronchisptica, H. Influenzae, Moraxella catarrhalis, Mycoplasma pneumoniae, Chlamydia trachomatis, Ureaplasma urealyticum y Pneumocystis carinii. Mientras que los virus implicados serían el Adenovirus, V. Influenzae A y B, V. Parainfluenzae 1-4, V. Sincital respiratorio, Rinovirus, Citomegalovirus y Virus de Epstein-Barr.
El contagio se da por la saliva al toser. A menudo la fuente de inoculación del niño son adolescentes o adultos jóvenes que perdieron la inmunidad adquirida por vacunación.
Cómo se detecta
Cuando el paciente sufre el síndrome coqueluchoide tiene una tos seca constante y asfixiante que persiste por más de dos semanas, incluso en algunos casos supera los 100 días. Vómitos y cianosis (Coloración azul o lívida de la piel y de las mucosas a causa de una oxigenación deficiente de la sangre), acompañados por una gripe común y fiebre.
Los niños que han recibido la vacuna contra la tosferina pueden presentar un cuadro más leve. Mientras que los síntomas suelen ser más severos en los bebés menores de tres meses, y este grupo de edad por lo general necesita ser hospitalizado de urgencia.
Es común que una infección viral de las vías respiratorias altas propicie el recrudecimiento del síndrome coqueluchoide.
Cuando el médico, generalmente especialista en neumología, observa el cuadro clínico antes mencionado y sospecha que se trata del síndrome coqueluchoide, ordenará una serie de exámenes de laboratorio para confirmar la presencia de los virus y bacterias que caracterizan el trastorno.
En las pruebas que se le aplicarán al paciente, se encontrará que al final de la fase catarral se hallan leucocitosis con linfocitosis en el hemograma, anticuerpos fluorescentes para B. pertusis y cultivo de nasofaringe para B. pertusis .
Incidencia del síndrome coqueluchoide
Estudios señalan que la incidencia del síndrome coqueluchoide ha disminuido gracias a la implementación de campañas de vacunación, pero en los países en vías de desarrollo muchas veces estas no llegan, por lo que se estima que un 8 por ciento de los niños son susceptibles a padecer la enfermedad.
Entre los factores de riesgo que influyen en su aparición se encuentran nacer de forma prematura o bajo peso, no dar lactancia materna, exposición al humo del cigarro, desnutrición, malas condiciones socioeconómicas, hacinamiento y contaminación ambiental.
Algunos especialista que han estudiado la patología han aconsejado a sus colegas que en los niños que consulten por tos espasmódica de más de una semana, se establezca en un principio el diagnóstico de síndrome coqueluchoide y no el de tosferina, en especial si los menores tienen el antecedente de haber sido inmunizados contra ese mal.
La vacuna contra la tosferina se aplica al nacer, a los dos y cuatro años de edad. En total se colocan tres dosis. En setiembre de 2012 la Organización Mundial de la Salud lanzó una alerta ante el rebrote de la tosferina y patologías derivadas.
En muchos países de Latinoamérica los mecanismos de vigilancia epidemiológica son frágiles e incluso no cuentan con técnicas de laboratorio adecuadas para detectar el síndrome coqueluchoide. Esta situación ha ocasionado que en pleno siglo XXI, el diagnóstico de la enfermedad no sea contundente y, en consecuencia, se desconozca la magnitud real del problema.
Tratamiento
Los padres deben armarse de valor y paciencia cuando aparece el síndrome coqueluchoide. Es fácil que se desesperen y asusten cuando vean a su niño vomitar y que se les dificulte respirar, incluso en algunos casos los pacientes pueden desmayarse. Sin embargo, hay formas efectivas de tratar la tos convulsiva.
Farmacológicamente, a los afectados con el síndrome coqueluchoide se les administra “eritromicina a dosis de 30-50 mg/Kg/día por 10 días. En los casos de intolerancia a la eritromicina se suele utilizar T. Sulfa a 10 mg/kg/día”.
En los casos de síndrome coqueluchoide está contraindicada la administración de jarabes para la tos, salbutamol, esteroides y vaporizaciones, debido a que estudios señalan que “no son eficaces y en algunos pacientes pueden desencadenar la crisis”.
Médicos especialistas recomiendan llevar a los pequeños a las consultas con el pediatra, pues en muchas situaciones acuden cuando ha pasado mucho tiempo, pues prefieren darles remedios naturales o automedicarlos cuando aparece la tos, lo que podría ser perjudicial para el afectado.
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