El embarazo es considerado una de las etapas más hermosas de la mujer, pues su cuerpo permite la creación de un nuevo ser. Sin embargo, este periodo no está exento de situaciones imprevistas que podrían poner en riesgo el adecuado desarrollo del feto. La anencefalia es una de las más temidas por los padres, pues se trata de un daño profundo a la formación del tubo neural del pequeño, que suele presentarse en la primera etapa de gestación. Esta condición desencadena diversas malformaciones que pueden provocar la muerte del niño justo antes de nace o al poco tiempo del alumbramiento.
Cuando la anencefalia muestra su peor cara, los bebés poseen un cerebro poco desarrollado y su cráneo luce incompleto, es decir, ciertas regiones del encéfalo no están, tampoco algunos huesos de la cabeza y piezas del cuero cabelludo. Esto implica que el cerebro del bebé estará parcialmente descubierto.
Estadísticas indican que la anencefalia puede aparecer en una de cada mil embarazadas. Sin embargo, las estimaciones no son exactas pues la mayoría de estos embarazos terminan en abortos espontáneos. Apenas uno de cada 10 mil neonatos logra ver la luz del día por poco tiempo.
Especificidades de la condición
La principal característica de la anencefalia es que la caja craneal está expuesta. La corteza del cráneo y el encéfalo no existen, tampoco muchas de sus estructuras como huesos, meninges y cuero cabelludo. Ante este contexto, el bebé permanece inconsciente de su entorno pues no puede ver, escuchar o sentir dolor.
Sus movimientos se reducen a respirar y a responder a estímulos muy básicos. El encéfalo apenas alcanza un 25% de desarrollo, mientras que la hipófisis no progresa correctamente.
No obstante, incluso tras el diagnóstico de anencefalia, los hemisferios del cerebro logran formarse. De igual manera, la base del cráneo y los huesos del rostro lucen casi normales, pero la prominencia de la frente es inexistente y el tejido dañado termina por desaparecer en lo sucesivo.
Se han logrado definir dos subcategorías de la anencefalia:
- Meroacrania: Considerada tenue, consta de un daño poco profundo en el cráneo, cubierto por la zona cerebrovascular.
- Holoacrania: El cerebro no se forma. Se considera la forma más severa de esta condición.
Causas de la anencefalia
Aún en la actualidad se desconocen las causas de la aparición de anencefalia en el feto. Sin embargo, se han atribuido al entorno medioambiental y a una deficiente ingesta de ácido fólico durante el periodo de gestación. El tubo neural es el que da origen a lo que conocemos como el sistema nervioso central, que comprende el encéfalo y la médula espinal. Cuando se diagnostica la anencefalia, esta estructura cilíndrica no se cierra por completo en la parte superior.
Si el tubo neural no cierra por completo, el líquido amniótico que sirve de protección al bebé pasará al sistema nervioso, afectando el crecimiento normal del cerebro y el cerebelo.
Diagnóstico de la Anencefalia
Por lo general, la anencefalia se detecta a través de una ecografía, la cual indicaría una cantidad excesiva de líquido amniótico en el útero. Esto se realiza especialmente entre la décima o decimocuarta semana de gestación.
Otras pruebas sugieren:
- Amniocentesis: medición del alfa fetoproteína, cuyos niveles rebasaran los adecuados en el líquido amniótico. Esta suele ser la primera señal de un defecto en el tubo neural.
- Estudiar niveles de estriol en la orina.
- Análisis de ácido fólico.
Posibles síntomas de la Anencefalia
Cuando un feto es diagnosticado con anencefalia, se sabe que no podrá realizar ciertas funciones básicas. Asimismo, los defectos congénitos serán más visibles cuanta más porción del cráneo le falte. Posiblemente presentará:
- Rasgos anormales en el rostro.
- Defectos cardiacos.
- No percibirá su entorno.
Tratamiento recomendado para la Anencefalia
Infortunadamente, la anencefalia no tiene cura conocida. El tratamiento indicado se basa en cuidados paliativos para que durante su corto tiempo de vida el bebé no sufra. Una vez que el pequeño nace, los cuidados médicos incluyen: mantenerlo hidratado bien alimentado, procurándole la mejor incomodidad.
Es frecuente que el médico tratante no recurra a la utilización de medicinas, respiración asistida o se incline por realizar una cirugía, pues estos procedimientos no aportan cambios significativos a la condición del bebé.
Investigaciones recientes indican que la ingesta de ácido fólico disminuye considerablemente el riesgo de que el bebé presente defectos en el tubo neural. De igual forma, puede evitar la aparición de espina bífida. Es posible obtener ácido fólico de manera natural, a través de hortalizas de hojas verdes o suplementos dietéticos indicados para el embarazo. En lo que se refiere a la vitamina B9, es recomendable usarla incluso antes del embarazo.
Lo cierto es que una dieta equilibrada y adecuada para la futura madre, además del consumo oportuno de vitaminas indicadas por el médico, juegan un papel fundamental cuando se trata de evitar la aparición de anencefalia y cualquier otra anomalía que impida llevar un embarazo a feliz término.
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