“Nada más imperfecto que querer ser perfecto”. Cuántos, alguna vez, se han sentido vulnerables e intolerantes por querer alcanzar una perfección que es sólo una utopía. Es cierto que no hay nada malo en superarse y destacar, pero cuando existe una exagerada minuciosidad, hipersensibilidad a las injusticias, valoración del orden, intolerancia ante las equivocaciones, inseguridad y reforzamiento de lo negativo, sin duda hay un problema que atacar.
Algunos lo llaman atelofobia, y otros Síndrome del Perfeccionista o Trastorno Anancástico de la Personalidad, pero cualquiera que sea el nombre apropiado para un diagnóstico médico, el temor a la imperfección existe y debe tratarse.
No siempre es fácil de detectar porque suele confundirse con un benévolo exceso de responsabilidad. Se disfraza con aquello de “no soy perfeccionista, simplemente me gustan las cosas bien hechas”, por lo que es importante permanecer atentos a las señales de una posible atelofobia.
Eres perfeccionista sí…
- Te cuesta expresar tus sentimientos por temor a que sean correctos o no.
- No te permites fallos y temes que tus elecciones u acciones no sean las mejores.
- Evalúas en repetidas ocasiones los pros y contras de las situaciones.
- Sientes angustia por los cambios inesperados.
- Apuestas por “todo o nada”.
- Te excedes en la planificación y te vuelves intransigente con los demás.
- Inviertes demasiado tiempo en tus actividades, incluso demorando los procesos.
- Exageras ante las repercusiones de posibles errores.
- Te niegas a pedir ayuda y acaparas las tareas.
Efectos contrarios de la atelofobia
Manuel Álvarez Romero, especialista vinculado con el Centro Médico Psicosomático de Sevilla, ha estudiado las vertientes de esta conducta e incluso ha publicado diversos libros en los que asegura que “El hombre es, por naturaleza, perfectible, superable, en sí mismo y desde sí mismo. Cuenta así con una naturaleza misma, que le marca unos límites por arriba y por abajo, junto a una gama de posibilidades, condiciones, circunstancias y oportunidades, que, en función de su propia libertad y dominio, puede usar tanto para bien o mejoría personal, como para un decaimiento o daño”.
En ese daño pueden incidir factores psicológicos y biológicos, así como el temperamento, la educación, el entorno, las preferencias, las experiencias, la autoestima, pero sobre todo un falso concepto de perfección que no sólo hará que la persona se sienta incapaz de ejecutar a cabalidad sus proyectos, sino que incurra en eso a lo que tanto le huye: los defectos y el fracaso.
Atelofobia, enemiga del éxito y compañera de la ansiedad
Los estándares de un paciente con atelofobia son casi imposibles de alcanzar y una de sus principales fijaciones es perfeccionar acciones y procesos ya establecidos. Por lo general se interesan por lo simétrico, el equilibrio, la proporción, la armonía, la justicia, la verdad, la belleza y la proporción de las cosas, de sí mismos y de los demás. Son seres brillantes, pero llenos de miedos e inseguridades que no siempre le permiten explotar sus habilidades y lograr el éxito anhelado.
Constantemente sienten insomnio, depresión, incapacidad para relajarse, desesperación, angustia y presión laboral. Sin ayuda de un buen psicólogo o terapeuta no tendrán mejoría. Deben aprender a enfrentar sus pánicos y a equilibrar sus emociones. La farmacología es esencial en algunos casos de atelofobia, especialmente en aquellos con ataques de ansiedad extrema, pero lo fundamental es que el paciente reconozca el problema y se deslastre de sus malas percepciones.
Para Álvarez Romero, autor de textos como “El síndrome del Perfeccionista: El Anancástico”, uno de los principales objetivos de las terapias adoptadas en el tratamiento de la atelofobia, es enseñar al paciente a ver la perfección como un camino para alcanzar una meta y no como la meta en sí. Para ello se necesita responsabilidad, ilusión, pensamiento positivo, esperanza, alegría y constancia, pero también hay que compaginar el amor con el desprendimiento y, esencialmente, cambiar el enfoque de perfección por uno de eficiencia.
La perfección es infelicidad
Tal Ben Shahar, estudioso de la universidad de Harvard, especializado en las áreas de psicología positiva y liderazgo, ha dicho en varios de sus textos que la perfección es el principal motivo de infelicidad y no se equivoca. Esa sensación de derrota que percibimos en quienes no logran resaltar, pese a su esfuerzo y preparación, es prueba de ello. No hay que obsesionarse por ser el mejor, sino por agradecer y apreciar cada unos de los éxitos que la perseverancia, la entrega y el compromiso permita alcanzar.
El psiquiatra y psicoterapeuta Frédéric Fanget sugiere que la mejor actitud que se puede tomar ante la atelofobia o cualquier síndrome similar, incluye el reconocimiento de las debilidades y carencias. A su juicio, cada individuo debe esforzarse por hallar el equilibrio entre su exigencia personal y sus niveles de tolerancia. A modo de terapia, aconseja responder a tres preguntas que, de resultar afirmativas, dejarán en evidencia algunas conductas que podrían terminar por convertirse en atelofobia.
¿Debo ser perfecto para sentir que valgo? (Narcisismo)
¿Debo ser perfecto para no ser rechazado? (Síntoma de angustia y abandono)
¿Debo ser perfecto para tenerlo todo controlado? (Trastorno de ansiedad)
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