La inflamación de los bronquios y pulmones se denomina Bronconeumonía. Esta patología se produce por infecciones virales y bacterianas que hacen que los pequeños sacos de aire que favorecen la absorción de oxígeno en la sangre (alvéolos) se llenen de líquido, pus o moco, afectando la respiración.
Los principales agentes patógenos causantes de la Bronconeumonía son Streptococcus pneumonia, Staphylococcus aureus, Haemophilus influenzae y Klebsiella pneumoniae. Sin embargo, existen otros factores de riesgo asociados como tabaquismo, tumores pulmonares, fibrosis quística, asma, Epoc (Enfermedad Obstructiva Crónica), tos ferina, bronquitis y resfriados. Las posibilidades de padecerla se incrementan en personas menores de 2 años y mayores de 65, así como en alcohólicos, diabéticos, desnutridos, portadores de VIH e individuos aquejados por enfermedades crónicas y cardíacas.
El cuadro clínico de la Bronconeumonía es similar en la mayoría de los casos: fiebre con sudoración y escalofríos, tos, cambios en la frecuencia respiratoria, ruido inspiratorio o espiratorio agudo (sibilancia), flema, palpitaciones, fatigas, dolores musculares, cefalea, cansancio y apnea, entre otros.
Cuidado con los niños
La Bronconeumonía, es conocida también como Neumonía Bronquial. Los diagnósticos más frecuentes se dan en pequeños de entre tres y seis meses, debido a la inmadurez de su sistema inmunológico. Las probabilidades de desarrollarla se incrementan si son prematuros, si se les limita la lactancia materna o se les expone al humo del cigarrillo. El peligro de contagio permanece latente hasta cumplir los dos años de edad.
En episodios leves, la Bronconeumonía mejora en una o dos semanas. No obstante, es importante buscar apoyo médico y reforzar los cuidados si el infante manifiesta falta de apetito, agotamiento, movimiento en las narinas, sonidos al respirar, contracción debajo de las costillas, coloración azul o lívida de la piel (cianosis) y/o suspensión transitoria de la respiración (apnea).
Cuando hay presencia de otros virus distintos al causante de la Bronconeumonía, se puede producir neumonía, una infección pulmonar que provocó la muerte de unos 922000 niños en 2015, según cifras registradas por la Organización Mundial para la Salud. Ante esta u otras complicaciones, el paciente debe ser ingresado a la Unidad de Terapia Intensiva donde se le brindará asistencia respiratoria.
Diagnóstico de la Bronconeumonía
La evaluación física es el primer paso para la correcta detección de la Bronconeumonía. El médico deberá tomar la temperatura, oír el sonido de los pulmones y evaluar el tórax, para identificar sonidos sibilantes y determinar la existencia de zonas en las que resulte más complicado escuchar la respiración. Los rastros obtenidos en este chequeo podrían ser concluyentes para el diagnóstico, pero es deber del especialista indicar estudios específicos para hallar las causas y administrar el tratamiento.
Uno de los análisis sugeridos es el hemograma completo, con el cual se miden los glóbulos blancos. Si el índice es alto, indiscutiblemente habrá infección bacteriana. Seguidamente, se efectuará un análisis de sangre y una radiografía de tórax, pero si la Bronconeumonía está avanzada, será necesario practicar una tomografía computarizada para descubrir el lugar de la infección, un cultivo de esputo para establecer el origen de la misma, una broncoscopia para descartar patologías subyacentes, y una pulsioximetría para calcular la cantidad de oxígeno en la sangre y esclarecer la gravedad de la infección y su incidencia en la absorción de oxígeno.
Un tratamiento correcto
Cuando la Bronconeumonía surge por acción de virus, se suelen recetar antivíricos que disminuyan la duración de la enfermedad y la intensidad de los síntomas. Si se trata de Bronconeumonía bacteriana, muy posiblemente se indiquen antibióticos para destruir las bacterias que originan la infección. Adicionalmente, se recomendarán medicinas contra la fiebre y la tos, y se invitará al paciente a seguir cuidados básicos como: reposo absoluto, ingesta de líquido e infusiones tibias, uso de humidificador y alimentación a base de frutas, vegetales y carnes blancas. Si las molestias persisten por más de siete días, se deberá acudir a un centro de salud para administrar antibióticos por vía intravenosa y oxigenoterapia.
La prevención es clave
Al igual que otras enfermedades respiratorias, la Bronconeumonía puede prevenirse con acciones médicas y buenos hábitos en el hogar. Una vacuna anual contra la gripe y otra cada cinco años contra el neumococo, reducirá los riesgos de contraer la enfermedad. Asimismo, se aconseja seguir medidas que incluyen lo siguiente:
- Lavarse las manos con regularidad
- No fumar ni ingerir alcohol de forma exagerada
- Evitar el contacto con personas enfermas
- Mantener una dieta balanceada
- Hacer ejercicio
- Dormir al menor ocho horas al día
- Taparse la boca al toser o estornudar
- Abrigarse en tiempos de frío
- No descuidar las gripes o resfriados
- Incrementar el consumo de vitamina C ya que fortalece el sistema inmunológico. Aunque existen fármacos de venta libre que lo contienen, se puede hallar de forma natural en limones, naranja, guayaba, coles de bruselas, coliflor, fresas, kiwi, melón, pimiento verde y tomate.
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