El buen funcionamiento del hígado es vital para la digestión, la eliminación de toxinas y el almacenamiento de energía. Un cáncer en este órgano puede ser fatal. Hay evidencias de que el cáncer de hígado es el quinto más frecuente y la cuarta causa de muerte a nivel mundial. Puede surgir directamente en el hígado, o comenzar en otra parte del cuerpo (colon, mama, estómago o pulmón) y diseminarse hacia él (metástasis). Afecta más a hombres que a mujeres, y la incidencia es mayor a partir de los 65 años de edad.
El hígado se halla debajo del pulmón derecho, y es el órgano interno de mayor tamaño. Gracias a él se metabolizan los nutrientes para la reparación de tejidos, se absorben las grasas, se producen factores de coagulación y se descomponen los desechos de la sangre que son expulsados por las heces o la orina.
Está compuesto de hepatocitos, conductos biliares y otras células que protegen los vasos sanguíneos y transportan la bilis hasta la vesícula o los intestinos. Esas células, como las del resto de los órganos, se dividen constantemente para sustituir las que se han muerto o dañado. Esto sucede mediante mecanismos orgánicos “regulados”, que al ser alterados por factores internos o externos, descontrolan la multiplicación celular y provocan la aparición de nódulos que pueden ser o no cancerígenos.
En el caso del hígado, pueden surgir tumores benignos como adenomas, hemangiomas e hiperplasias que reaccionan muy bien a cirugías tratamientos farmacológicos, pero cuando esas protuberancias son malignas, el panorama se complica, especialmente porque un 80% de las veces, los signos del cáncer no se presentan en las fases iníciales, reduciendo así los índices de supervivencia.
Síntomas del Cáncer de hígado
El cáncer de hígado produce inapetencia, sensación de llenura, dolor en el omoplato derecho, turbidez en la orina, agotamiento, pérdida de peso, náuseas, vómitos, agrandamiento del hígado y del bazo, dolor abdominal e ictericia (color amarillento de la piel y los ojos).
También puede generar fiebre, escoriación, acumulación de líquido en el estómago, incremento de las venas en la zona abdominal, sangrado y moretones. Algunos pacientes pueden presentar alteraciones en los niveles de calcio, glóbulos rojos y colesterol, e incluso disformidad en el tamaño de los senos o de los testículos, según sea el caso.
Además, las hormonas presentes en el tumor pueden originar confusión, estreñimiento, fallas musculares e hipoglucemia (bajo nivel de azúcar en la sangre).
Entre los factores de riesgo asociados con esta afección destacan la hepatitis B o C, la cirrosis hepática, la ingesta excesiva de alcohol, el tabaquismo, la obesidad, la diabetes, el sedentarismo y la hemocromatosis.
Diagnóstico del cáncer de hígado
La primera acción a tomar ante la sospecha de un cáncer de hígado es la revisión médica. El especialista efectuará una exploración y armará el historial clínico para luego encomendar una serie de pruebas que ayudarán a comprobar el diagnóstico. Con un examen de sangre podrá determinar incongruencias en la función hepática y con los análisis de marcadores tumorales, determinará la posible elevación de una sustancia llamada alfa-feto proteína, que está relacionada con la presencia de tumores hepáticos.
Asimismo, el médico tendrá que sugerir una ecografía para obtener imágenes del hígado y sus procesos, una tomografía axial para descartar alteraciones o la posible extensión del cáncer, una angiografía para indagar sobre la vascularización del tumor, y una laparoscopia para ver la cavidad abdominal y tomar muestras que serán biopsiadas para establecer el alcance del tumor.
Tipos de cáncer de hígado
Cuando el cáncer se produce en el hígado se le llama primario y existen varios tipos. El cáncer hepatocelular, es uno de los más frecuentes en adultos. Se inicia como un tumor simple que va aumentando de tamaño paulatinamente o como una especie de manchas que van “tiñendo” el hígado. Esta última manifestación es común en diagnosticados con cirrosis.
Otras variantes son el cáncer del conducto biliar que se forma en las células que envuelven los conductos biliares que trasportan la bilis a la vesícula, el angiosarcoma que aparece en las células que cubren los vasos sanguíneos y se disemina tan rápidamente que no es posible controlar con cirugía, y el hepatoblastoma, cuyo diagnostico no es muy recurrente, pero se origina mayoritariamente en infantes menores de 4 años.
También existen tumores de hígado secundarios que contemplan todos aquellos que se formaron en otra parte del cuerpo y se diseminaron hacia esta zona. A estos se les trata según su sitio de incubación. Si nació en el pulmón, por ejemplo, se aborda como cáncer de pulmón con propagación hacia el hígado. En Estados Unidos y Europa estos son los más habituales.
Tratamiento del Cáncer de hígado
En cuestión de tratamiento son diversas las opciones. Con una resección quirúrgica, por ejemplo, se puede lograr una tasa de 70% de supervivencia a los 5 años, pero es un procedimiento que se reserva para individuos que poseen tumores únicos. Por lo general son personas que padecen de cirrosis, pero conservan una función hepática regular.
El trasplante de hígado es un buen método para suprimir la lesión y pudiera sanar patologías preneoplásicas. Si el nódulo no sobrepasa los cinco centímetros se puede recurrir perfectamente a esta técnica, con resultados muy satisfactorios.
Las protuberancias de menos de tres centímetros se pueden abordar a través de la ablación que consiste en la aplicación de calor a través de radiofrecuencia. Para proceder a este recurso, el quiste debe estar lejos de la entrada del hígado, del estómago, el colon, la vesícula y los vasos.
No se descartan la radioterapia y la quimioterapia, pero la efectividad para tratar el cáncer de hígado no es muy buena.
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