Dejar el alcohol no es sencillo, pero tampoco imposible. La fuerza de voluntad, el autocontrol y la motivación son claves para lograr el objetivo y llevar una vida saludable.
El alcohol es prácticamente una droga. Forma parte de las llamadas sustancias psicoactivas depresoras que alteran la actividad consciente y normal de un individuo, y reducen o trastornan el funcionamiento del sistema nervioso central, originando la pérdida del juicio y la concentración.
El peligro radica en que quienes lo consumen, lo ven como el “compañero” perfecto de actividades sociales.
En la mayoría de los casos, se asocia con entretenimiento y hasta se llega a usar como mecanismo de relajación y evasión de problemas, con lo cual se crea una dependencia extrema, en un intento por obtener siempre los mismos beneficios.
Eso, aunado a la legalidad, permisividad y arraigo cultural, promueve el desarrollo de alcoholismo. Los primeros indicios son inestabilidad y fragilidad emocional, depresión, mareos, euforia, desinhibición, descoordinación motora y, a partir de allí, surgen una cantidad de síntomas y comportamientos que pueden provocar patologías hepáticas, degeneración cerebral, neuropatía, cáncer, enfermedades cardíacas, muerte por accidente e incluso suicidio.
Por estas y otras tantas razones, dejar el alcohol es fundamental. El primer paso es reconocer que se tiene un problema. Algunos lo niegan, y otros sencillamente no se dan cuenta de que enfrentan una adicción, aunque vean afectada su conducta, entorno, emociones y bienestar general.
Dependencia al alcohol
La dependencia al alcohol puede identificarse fácilmente. Quien presente de forma reiterativa tres o más de los siguientes síntomas durante el último año, indudablemente debería plantearse la meta de dejar el alcohol:
- Disposición a beber alcohol en cualquier día de la semana, sin importar que sean o no momentos propicios para hacerlo.
- Abusar de las cantidades con regularidad.
- Adaptar la agenda a los patrones de consumo, es decir salir solo con quien beba o ir solo a lugares donde sirvan licor.
- Negación a dejar el alcohol aunque surjan problemas médicos, sociales o mentales.
- Aumento del tiempo destinado a la toma de licor.
- Incremento de la tolerancia al alcohol.
- Presencia de síntomas de abstinencia e inclinación a beber para “remediarlos”.
- Fracasar en los intentos por dejar el alcohol.
- Actitud compulsivita ante la toma de alcohol y estar consciente de ello.
¿cuándo y cómo actuar?
Cuando el desenvolvimiento y comportamiento de alguien depende del consumo o no de licor, indiscutiblemente es momento de tomar acciones que permitan cambiar la situación, y para ello se requiere ayuda profesional.
Es posible que en muchas oportunidades el individuo haya intentado dejar el alcohol sin haberlo conseguido, y esto puede deberse a muchas razones. Sin embargo, una de las más significativas, tiene que ver con el hecho de haber actuado en base a una ilusión y no de una decisión.
Dejar el alcohol no es cosa de un día. Es un proceso largo y tedioso que solo puede enfrentarse exitosamente si se está listo para la transformación.
Pensar en los inconvenientes que causa el consumo de bebidas alcohólicas y conocer las enfermedades asociadas al alcoholismo, podría dar el impulso necesario para abrirse paso en el camino hacia la recuperación.
Recomendaciones para dejar el alcohol
- Será casi imposible dejar el alcohol si existe una relación constante con otras personas que lo ingieren. Es por ello que debe evitarse, en la medida de lo posible, el contacto con amistades, familiares o colegas que mantengan el hábito en exceso. También valdría la pena dejar de frecuentar sitios donde sirvan este tipo de bebidas.
- Ayuda llevar a cabo actividades recreativas y de disfrute que no contemplen la ingesta de licor. Además, conviene deshacerse de todas las botellas que se tengan a la mano, y que pudieran incitar a caer en la tentación.
- Durante todo el trayecto hay que recordar las razones que lo alentaron a dejar el alcohol.
- La asistencia a grupos de apoyo es vital para recibir asesoría sobre las mejores técnicas para dejar el alcohol. Allí contará con el acompañamiento de médicos que le hablarán sobre las consecuencias del alcoholismo, y podrá interactuar con otros individuos aquejados por la misma situación.
- Consultar con el galeno la factibilidad de comenzar un tratamiento a base de benzodiacepinas para aliviar los síntomas de la abstinencia. La lista de fármacos que generalmente se recetan incluye alprazolam, clonazepam, diazepam y lorazepam, todos ellos psicoactivos que calman la ansiedad y el pánico.
- Mantener una actitud responsable y optimista.
- Se debe planificar una fecha para dejar el alcohol. Por más que se quiera, no podrá hacerse de sopetón. Hay que empezar reduciendo las dosis, cambiando el tipo de bebida y así, poco a poco, hasta dejarlo por completo.
- Ingerir alimentos antes de beber aportará sensación de llenura y reducirá las ganas de querer emborracharse.
Cuidado con la abstinencia
Es posible que cuando quiera dejar el alcohol, la persona comience a experimentar los síntomas de abstinencia. Es completamente normal, pero deben saber controlarse. Estos aparecen con mayor frecuencia cuando se pretende dejar el vicio de manera repentina.
La intensidad de los signos depende de la cantidad de licor que se solía consumir y de la frecuencia.
Los síntomas de abstinencia no distinguen entre edad y sexo. Aunque son más comunes en los adultos, pueden manifestarse en adolescentes y en individuos de la tercera edad.
Si se sufre de algún problema de salud, es probable que los malestares empeoren.
Generalmente, los síntomas de abstinencia se presentan tras ocho horas de haber dejado el alcohol, aunque también pueden surgir unos días más tarde. El punto máximo suele ocurrir entre las 24 y 72 horas del último trago, ocasionando severas molestias que pueden extenderse por varias semanas e incluso meses.
Cuando hay abstinencia el paciente puede experimentar nerviosismo, depresión, fatiga, irritabilidad, temblores o sobresaltos. Igualmente, pesadillas, dificultad para pensar con claridad y cambios en el estado de ánimo.
También puede haber pupilas dilatadas, piel húmeda y fría, insomnio, dolores de cabeza, vómitos, nauseas, inapetencia, aumento de la frecuencia cardíaca, palidez, temblor en las manos u otras partes del cuerpo y sudoración.
En casos más extremos, pero poco comunes, la abstinencia del alcohol puede desencadenar un trastorno conocido como delirium tremens, que puede incluir fiebre, agitación, alucinaciones, confusión y convulsiones.
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