El deseo de lograr una figura perfecta es el motor que impulsa a muchas personas a seguir determinados planes alimenticios. Algunos logran buenos resultados, otros no, pero hacer dieta se ha convertido en una práctica constante que, en ocasiones, se suele tomar a la ligera. La industria mediática bombardea constantemente de información sobre métodos que permiten bajar de peso de forma rápida, con lo cual se incrementan el número de seguidores y hasta de detractores. Uno de ellos es la dieta de la sopa, un régimen que se mantiene vigente pese a las fuertes controversias que se han suscitado sobre su supuesta efectividad.
Se dice que con la dieta de la sopa se pierden entre cinco y ocho kilos en una semana, algo verdaderamente maravilloso para quienes quieren conseguir efectos vertiginosos, pero no hay procedimientos milagrosos, así que se debe tener mucho cuidado.
El consomé más utilizado en la dieta de la sopa es uno que al parecer potencia la pérdida de grasa, de hecho es mundialmente conocido como “la sopa quemagrasa”. Para prepararlo, se requieren ½ repollo, 6 cebollas, 6 tomates pelados, 3 tallos de apio, 2 pimientos verdes, sal y pimienta al gusto. Con esas cantidades se elabora el caldo para toda la semana. Sin embargo, no todos lo hacen. Quienes se han acostumbrado a seguir la dieta de la sopa, aseguran que resulta más provechoso separar los productos en siete porciones e ir cocinando día tras día para disfrutar de una sopa más fresca y apetitosa. Cuando se conserva en la nevera o se congela, se reduce su sabor y beneficios. Las personas que no toleren algunos de los ingredientes, pueden extraerlos al concluir la cocción. Si bien es cierto que al ingerirlos se disminuye la sensación de hambre y ansiedad, el poder “quemagrasa” está principalmente en el caldo.
¿Por qué esos ingredientes?
La ventaja de la dieta de la sopa, especialmente de la quemagrasa, es que los comestibles empleados en su elaboración son bajos en calorías, previenen la retención de líquido y eliminan las toxinas, entre otros beneficios. La col, por ejemplo, controla el estreñimiento; la cebolla y el tomate favorecen la diuresis, el apio regula los niveles de ácido úrico y tonifica el cerebro; y lo pimientos mantienen el flujo de las evacuaciones, aportan vitaminas E y C, y frenan el apetito.
La preparación es sumamente fácil. Se cortan los ingredientes y se colocan en una cacerola. Luego se añade agua hasta cubrirlos y se dejan hervir a fuego lento hasta que ablanden. Por último, se rectifica la sal y la pimienta, y queda lista para servir. Se puede consumir fría o caliente, dependiendo de las preferencias de cada quien.
Los defensores de la dieta de la sopa insisten en que se trata de una excelente alternativa para adelgazar pues se trata de un caldo metabólico rico en potasio, magnesio y otros minerales y oligoelementos que fomentan la pérdida de grasa. Afirman que con este plan nutricional el cuerpo libera calorías e incrementa la vitalidad. No obstante, advierten que al disminuir considerablemente las proteínas y carbohidratos que “inyectan” energía, no debe cumplirse por más de siete días.
No todo es positivo en la Dieta de la sopa
Como casi todos los regímenes alimenticios, la dieta de la sopa también tiene sus acusadores. Un estudio realizado por la Agencia francesa de Seguridad Sanitaria, Alimentación, Medio Ambiente y Trabajo (Anses), determinó que con una ingesta de 600 calorías al día, inevitablemente surgirán síntomas como cansancio, dolores de cabeza y vértigos. Además, la pérdida de masa muscular a causa del bajo consumo de proteínas (40 gr por día), provocará el temido efecto yoyo, sin contar los episodios de hambre, ansiedad y estrés que se vivirán por no brindar al organismo los nutrientes necesarios para funcionar correctamente, lo cual llevará a abusar de los picoteos y otros desórdenes alimenticios que ocasionan ganancia de peso.
No es apta para pacientes con colitis, individuos con carencias nutricionales, niños, ni personas mayores de 65 años de edad. Lo ideal es consultar al especialista antes de iniciarla y, durante el proceso, evitar someterse a extenuantes rutinas de entrenamiento.
Quienes definitivamente rechazan la dieta de la sopa, dicen que al seguirla, se corre el riesgo de padecer trastornos hidroeléctricos, irritabilidad, hipoglucemias, mareos, sudoración, taquicardia e hipotensión. Aunque el consumo metabólico basal descienda y se logre rebajar, lo que se pierde es líquido y la grasa quedará estancada.
Dieta de la sopa día por día
Día 1
Solo se permite la ingesta de sopa y frutas, preferiblemente melón, patilla y piña porque contienen pocas calorías y favorecen la eliminación de líquido. Se pueden comer crudas o en jugo, pero sin azúcar.
Día 2
El alimento principal sigue siendo la sopa, pero las frutas se sustituyen por vegetales u hortalizas de hoja verde que pueden prepararse a la plancha, asados o al vapor. Una buena opción es hervirlos en el mismo caldo de la sopa para que absorban el sabor. El maíz, la papa, los frijoles, los guisantes y las habichuelas no están permitidos.
Día 3
Además de la sopa, se puede consumir una porción de frutas y vegetales, las mismas sugeridas en los días anteriores.
Día 4
La sopa vuelve a ser la protagonista de las tres comidas, pero en este caso se puede acompañar de banana. Mínimo tres y máximo seis unidades. Si hay ansiedad, se permite beber leche descremada.
Día 5
Hasta el momento la dieta de la sopa puede parecer una tortura, pero a partir de acá se empieza a flexibilizar el menú. En este día se incluyen proteínas, así que después de la sopa, se puede comer ½ kilo de carme de pollo o de res, sin piel, acompañada de tres tomates crudos.
Día 6
La ingesta de sopa se reduce a una vez por día, preferiblemente en la cena. El resto del día se puede degustar un plano de verduras con pollo, carne o pavo. Lo ideal es que se cueza a la plancha, mechada o al horno, sin aceite, ni conservantes, ni condimentos. Un poco de sal y pimienta será suficiente.
Día 7
El almuerzo debe ser una porción de arroz integral, acompañado de un vaso de jugo de frutas. Para el desayuno y la cena conviene reservar la acostumbrada porción de sopa.
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