Emesis, síndrome emético, vómito. Estos términos están relacionados con la expulsión violenta del contenido del estómago a través de la boca. Es uno de los motivos de consulta más frecuentes y se asocia con infinidad de enfermedades y procesos orgánicos que incluyen afecciones gastrointestinales, cardiovasculares o nefrourológicas, patologías en el sistema nervioso central, trastornos hormonales o metabólicos y traumas postoperatorios, entre otros.
Poco más del 40% de los infantes desarrolla emesis a causa de los rotavirus, y suele ir acompañada de diarrea y/o fiebre. Generalmente surge como mecanismo “protector” ante la ingesta de alguna sustancia nociva, pero en muchas otras situaciones “aparece” como síntoma de enfermedades infeccionas, bacterianas o inflamatorias. La sensación es desagradable, pues los músculos de la pared abdominal se contraen para crear la presión requerida para vomitar, con lo cual se produce sudoración, enrojecimiento de la piel, angustia, palpitaciones y dolor de cabeza.
A ese rechazo de sustancias gástricas también se le llama reflejo emético y contempla dos fases: la pre-eyección representada por las náuseas; donde se produce una disminución de la motilidad gástrica y contracción retrógrada que mueve el contenido gastrointestinal del duodeno hacia el estómago, y la eyección, en la que ocurren arcadas causadas por contracciones sincronizadas de los músculos respiratorios, las cuales culminan en emesis o vómito.
Otros síntomas asociados a la emesis
La emesis no suele llegar sola. En el acto de vomitar interfiere un mecanismo motor complejo que incluye el descenso de los diafragmas, acompañado de contracciones intensas y mantenidas de la musculatura abdominal, que elevan la presión intragástrica para evitar la absorción del contenido gástrico. Todo ese proceso en el que intervienen píloro, esfínter esofágico inferior, paladar blando, pilares posteriores de las fauces y glotis; genera una serie de reacciones que tienden a confundirse, pero que se diferencian por su sintomatología.
A las ganas de vomitar se les llama náuseas, y el efecto se produce en el epigastrio o la garganta y puede o no terminar en emesis. Las arcadas son movimientos espasmódicos de la musculatura toracoabdominal que conllevan a una inspiración forzada y al cierre de la boca y de la glotis, sin llegar a exteriorizar el vomito. La regurgitación es el retorno del contenido gastrointestinal hacia la boca, pero sin arcadas, y la rumiación es una condición en la que el alimento, después de haber sido regurgitado, es masticado y deglutido nuevamente, en el curso de una comida o después de ella.
Más causas del síndrome emético
Consumo excesivo de alcohol y otras sustancias tóxicas, botulismo, gastritis, úlcera de estómago y de duodeno, apendicitis, pancreatitis, oclusión intestinal, repugnancia, estómago irritado, bulimia, conmoción cerebral, migraña, tumores, meningitis, laucoma, problemas de menstruación, cistitis, infección de la pelvis renal (pielonefritis), infarto de miocardio…
Ante la EMESIS ¿Cuándo se debe visitar al médico?
La mayoría de los médicos pueden determinar las causas de emesis al realizar el historial clínico del paciente. Sin embargo, hay situaciones que ameritan exámenes de sangre y de orina, o radiografías abdominales. Como hemos dicho, la emesis es un malestar usual, pero no siempre se le da la atención necesaria. Se cree que al parar el vomito se acaba el problema, pero no siempre es así. Es responsabilidad del médico identificar y tratar las complicaciones asociadas, discernir el origen del síndrome y corregir los síntomas y el trastorno. En tal sentido, es necesario saber identificar en qué momentos o bajo qué situaciones es impostergable la intervención de un especialista. Por lo general conviene buscar su ayuda si:
- Hay intoxicación
- Presencia de un material oscuro en el vómito
- El vómito persiste por más de 24 horas.
- No se puede retener ningún líquido por 12 horas o más.
- Hay fuertes dolores de cabeza, estómago o abdomen.
- Presenta rigidez en el cuello.
- Ha orinado durante 8 horas o más.
- Ha vomitado tres o más veces en un día.
- Existen cuadros de deshidratación cuyas señales son: llanto sin lágrimas, resequedad en la boca, aumento de la sed, cambios en la piel, micción poco frecuente, orina de color amarillo oscuro y hundimiento en los ojos.
El diagnóstico de la emesis
Los métodos a utilizar para interrumpir la emesis responden a la causa que la produce. El principal objetivo es reponer el líquido y los minerales perdidos como consecuencia de la constante expulsión de contenido gástrico. Habitualmente se aplica infusión intravenosa de líquidos y electrolitos. Adicionalmente, se indican medicinas antieméticas en jarabe o supositorio. Cuando la emesis es producto de desórdenes alimenticios o leves infecciones gastrointestinales, es conveniente complementar los fármacos con algún té de hinojo o manzanilla.
La hospitalización es más común entre ancianos y niños porque se deshidratan con mayor facilidad. Dependiendo de la gravedad del caso se suelen requerir recuentos sanguíneos, radiografías del tracto gastrointestinal, abdomen o cerebro, endoscopia u otros procedimientos para evaluar el tránsito de la comida por el estómago e intestino, así como una prueba de motilidad gastrointestinal.
Cuidado con la deshidratación
Los cuadros de vómito o emesis pueden complicarse cuando hay deshidratación y/o desequilibrio de electrolitos y minerales. Cuando eso ocurre es indispensable medir pulso, presión sanguínea y temperatura; revisar los niveles de las sustancias químicas de la sangre, evaluar las funciones renal y hepática, y administrar el debido tratamiento. Si se prolonga, puede evidenciarse pérdida de peso y mal nutrición, por lo cual es indispensable proveer alimentación directa al intestino o a una vena principal.
Cuando hay exceso de arcadas en la emesis, se incrementan los riesgos de desgarros en la unión intestinal y el sangrado. En los casos graves, se pueden producir roturas en la pared del esófago, derivando en una perforación y fuga de los contenidos estomacales fuera del intestino, o en la formación de abscesos en la parte inferior del pulmón. Esos desgarros pueden ocurrir también en los músculos de la pared abdominal.
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