Tratamientos médicos, emociones, embarazos, enfermedades gástricas y otros factores orgánicos y psicológicos, pueden inducir el vómito. La experiencia es desagradable. El reflujo, las náuseas, la acidez, su olor, sabor, apariencia, color. Sólo de imaginarlo se nos podría revolver el estómago, pero de allí a sentir pánico por trasbocar…
Pues sí, por más extraño que parezca, existe una fobia que describe el temor al vómito y a vomitar. Se llama emetofobia y quienes la padecen tampoco toleran el hecho de ver a otras personas expulsar contenidos estomacales por la boca.
En casos extremos, los pacientes evitan acciones cotidianas como comer fuera de casa, preparar sus propios alimentos, beber una copa, hacer el mercado o participar en reuniones familiares, algo que inevitablemente terminará por afectar su estado anímico y su desenvolvimiento en la sociedad. Algunos evaden embarazos o procedimientos quirúrgicos que desencadenan esta sintomatología. Otros les huyen a los niños o a los ancianos por ser la población más propensa a experimentar cuadros de vómito.
Por lo general se obsesionan con la higiene y eluden viajes, caminatas, deportes, paseos y otras actividades que pudieran afectarlos. Aunque la terapia de exposición tiende a ser las más apropiada para controlar la emetofobia, hay quienes se niegan a someterse a ella por la incomodidad de estar frente a olores, videos, fotografías, alimentos y otros estímulos que, de forma natural o inducida, los harían vomitar. La sola idea de que eso suceda, los limita incluso a buscar la ayuda de un profesional.
Más opciones de tratamiento de la emetofobia
La terapia cognitiva conductual también puede funcionar con la emetofobia. Se usa en la mayoría de las fobias para disminuir los miedos irracionales del paciente. La precaución y la tolerancia del terapeuta son esenciales para conseguir resultados promisorios. En ningún momento el individuo debe ver minimizado, cuestionado o subestimado su sufrimiento. De lo contrario se sentirá incomprendido y posiblemente abandonará el ciclo, reduciendo considerablemente las posibilidades de recuperación.
Entre las alternativas de tratamiento también se halla la hipnosis. Su objetivo es básicamente disociar el miedo de las imágenes negativas. Contempla varias sesiones en las que se aplican, principalmente, la relajación y la respiración, para lograr que el afectado sustituya sus pensamientos irracionales por otros racionales y positivos. Sólo así podrá manejar su ansiedad y el resto de los efectos de la emetofobia.
Emetofobia, Desencadenante de otros síntomas y malestares
Según diversos especialistas, los ataques de emetofobia podrían aparecer entre cinco y 30 veces al mes, sin importar hora ni lugar. Si no se controla, la persona desarrollará fuertes cuadros de ansiedad, angustia y desesperación que podrían desencadenar otros síntomas asociados como dolores de cabeza, fatiga, sudoración, descompensación, rabia y llanto.
Con frecuencia, los emetofóbicos intentan protegerse llevando consigo un sinfín de fármacos para el estómago, antieméticos y ansiolíticos que, en ocasiones, consumen sin prescripción facultativa. Quienes se rehúsan a comer, tienden a ser diagnosticados con anorexia.
Para la mayoría de ellos, vomitar representa una pérdida de control, un sentimiento de vulnerabilidad, bochorno y vergüenza que buscan ocultar a toda costa.
¿Cómo aprender a vivir con emetofobia?
Ante el diagnóstico de una fobia, lo ideal es buscar la ayuda y asesoría de un especialista. Sin embargo, hay conductas que por iniciativa propia los pacientes pueden adoptar para aprender a lidiar con ella y mejorar su calidad de vida. En el caso de la emetofobia, estas serían algunas de las acciones que podrían funcionar:
- Consultar con el médico la posibilidad de ingerir algún medicamento que ayude a evitar las náuseas y otras complicaciones de la emetofobia. En caso de contar con su aprobación, es importante seguir las recomendaciones al pie de la letra para que no se produzcan efectos adversos.
- Cuando se sientan ganas de vomitar, conviene colocar las manos sobre una superficie fría. Se dice que eso ayuda a mitigar los malestares asociados con la emetofobia.
- La relajación y la respiración siempre aliviarán los ataques de pánico producidos por la emetofobia. Inhalar y exhalar hasta lograr la calma es fundamental para prevenir cuadros de angustia severos. Hacer ejercicio, practicar yoga o cualquier otra actividad que sea agradable, permitirá alejar los pensamientos negativos.
- Encerrarse en la habitación no sirve de nada y privarse de la buena vida mucho menos. Se deben establecer hábitos saludables y, en la medida de lo posible, enfrentarse a situaciones vinculadas a la acción de trasbocar para poder controlar las reacciones. No hay que olvidar que las náuseas y los vómitos son dos de los síntomas más frecuentes y que no siempre será posible escapar de ellos. Al menos quienes tengan niños deberán acostumbrarse.
- Aparentemente el jengibre es utilizado como “antídoto” para evitar las náuseas. Valdría la pena incorporarlo a la dieta porque además elimina los mareos, funciona como antidepresivo natural, combate el envejecimiento, disminuye la migraña, facilita la digestión y favorece el flujo de la sangre.