Si tus padres la padecen hay un 50 por ciento de probabilidades de que la desarrolles. Se trata de la Enfermedad de Huntington, una patología hereditaria muy grave, sin cura conocida, y cuyos síntomas suelen aparecer entre los 30 y 40 años de edad.
Pérdida del equilibrio, caídas, movimientos incontrolables y cambios de humor, son algunos de los síntomas de la enfermedad de Huntington. A medida que pasa el tiempo, los paciente pueden dejar de tragar, hablar, caminar e incluso desarrollar demencia.
Quienes nacen con la Enfermedad de Huntington tienen un gen defectuoso que deteriora varias células nerviosas del cerebro (neuronas). Esta rara condición recibió este nombre en honor al médico americano George Huntington, quien fue el primero en describir la patología en el año 1872. También fue este científico quien identificó su carácter hereditario.
Incidencia de la enfermedad de Huntington
Las estadísticas señalan que la Enfermedad de Huntington afecta a uno de cada 10 mil habitantes de Europa, aunque también hay casos en otras partes del mundo, con incidencias distintas. Solo en España, por ejemplo, se contabilizan unos 4.000 pacientes y otros 15 mil con riesgo de desarrollarla, porque tienen parientes directos que padecen o padecieron esta patología. Hombres y mujeres tienen las mismas posibilidades de sufrirla, sin importar etnia o clase social.
Lamentablemente, no se ha descubierto una cura y aunque hay medicinas que pueden ayudar a controlar algunos síntomas, el trastorno no puede revertirse o detenerse. La mayoría de los afectados no mueren como consecuencia directa de este mal, sino por la debilidad corporal que acarrea debido a los constantes episodios de atragantamiento, neumonía y fallas cardiacas.
Quienes sufren la enfermedad de Huntington desvarían, no reconocen a sus familiares y no pueden expresar sus emociones. En algunos casos no ataca tan fieramente la estabilidad mental del individuo, por lo que se mantienen atentos a lo que sucede a su alrededor y a los cambios que experimenta su cuerpo y su organismo a causa de esta enfermedad. Muchos se frustran y la situación empeora.
Ataque lento y certero
La gran mayoría desarrolla la enfermedad en la adultez, pero se ha registrado un 10% de casos precoces, antes de los 20 años, (Enfermedad de Huntington juvenil) y un 10% después de los 55 años. Extrañamente ocurre antes de los 10 años de edad.
Gradual y lentamente, los enfermos se van perdiendo sus fuerzas hasta fallecer. Tas la detección de la patología, la expectativa de vida es de 15 a 20 años, aunque puede variar según cada persona.
En los primeros estadios de la enfermedad, los movimientos involuntarios suelen mezclarse con los voluntarios y el afectado no llega a darse cuenta. Los indicios evolucionan más rápido si aparece a más temprana edad.
Poco a poco el paciente pierde el control de sus movimientos hasta que le es imposible realizar tareas sencillas como vestirse, bañarse o simplemente tragar los alimentos que consume. Deben contar con el apoyo familiar, pues no podrán valerse por sí mismos y necesitarán todo la ayuda posible. Sus parientes deben estar preparados para una dura lucha.
Además de las consecuencias físicas, mentalmente también se ven incapacitados. En la etapa temprana de la Enfermedad de Huntington hay un notable cambio de carácter. Apatía, irritabilidad, ira y depresión llegan a manifestarse.
Igual sucede con sus capacidades cognitivas. Les falla la memoria, no se concentran y disminuye su raciocinio. Mientras avanza el trastorno, se puede llegar a la demencia, por lo que sería necesario internar al paciente.
Diagnostico de la Enfermedad de Huntington
Como la Enfermedad de Huntington es hereditaria y se descubrió el gen que posee la mutación, es posible conocer si hay riesgo de contraerla. El método empleado es el llamado Test Presintomático (TP), el cual permite saber si alguien tiene probabilidades de desarrollar el mal en función de la herencia genética familiar. Hay otras pruebas que también se usan, como la tomografía axial computarizada (TAC), que consigue indicios del mal, a través de imágenes nítidas del cerebro.
Hasta ahora los tratamientos que se aplican van dirigidos a disminuir la intensidad de los síntomas y a mejorar la calidad de vida al paciente. Generalmente se recetan antipsicóticos (haloperidol o clorpromazina), para controlar los movimientos involuntarios, así como el nivel de agresividad y las alucinaciones. Las dosis que se administran son pequeñas, para evitar que se produzca somnolencia o catalepsia. Por el carácter progresivo de la enfermedad, el medicamento dejará de hacer efecto.
Los antidepresivos se usarán para contrarrestar la depresión. En estos casos el litio puede ayudar a disminuir las variaciones en el estado de ánimo. El médico especialista en neurología será quien indique las drogas a emplear.
Como en toda enfermedad, la alimentación debe ser específica. Un menú equilibrado y hacer unas cinco comidas al día es lo ideal. Muchos pacientes pueden necesitar una ingesta mayor de lo normal, debido al desgaste que supone el movimiento continuo.
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