La espina bífida se refiere a un defecto del tubo neural, que puede afectar el cerebro, la médula espinal o la columna vertebral. Se caracteriza por el cierre incorrecto de la columna vertebral del feto, durante el primer mes de embarazo, dañando la médula espinal y los nervios.
Si bien es cierto que generalmente la espina bífida puede detectarse durante la gestación, en algunos casos se evidencia al momento del nacimiento.
Son diversas las consecuencias que puede traer la espina bífida: hidrocefalia (acumulación abundante de líquido en el cerebro, que afecta a los tejidos), siringomielia (formación o acumulación de líquido cerebral en el interior del cordón medular) y malformaciones físicas y orgánicas.
Igualmente, las personas afectadas por la espina bífida, pueden sufrir problemas de memoria, concentración y visión; alteraciones del aparato locomotor, parálisis o debilidad muscular, pérdida de sensibilidad, así como variaciones del control intestinal y urinario, que pueden obligar a la colocación de un sondaje vesical intermitente.
Otras posibles secuelas de la espina bífida son: criptorquidia (problemas en los testículos), pubertad precoz, alergia al látex u obesidad, por la escasa movilidad del enfermo.
Causas y prevención de la Espina bífida
Las causas habituales de la espina bífida son factores ambientales, y predisposición genética.
En el 98% de las situaciones, se debe a un déficit de ácido fólico en la madre, antes o durante el embarazo.
Igualmente, puede producirse por efecto de posibles tratamientos con fármacos como ácido etretinato (para el acné y la psoriasis), ácido valpróico (anticonvulsivo), carbamazepina (para la epilepsia), o medicamentos hormonales.
Otro factor de riesgo es la edad materna. Las madres adolescentes, o mayores de 35 años de edad, son más propensas a tener hijos con esta condición.
Se pueden tomar medidas preventivas para evitar la espina bífida en los embarazos planificados, ya que estos problemas surgen durante las tres primeras semanas de gestación, cuando frecuentemente las féminas desconocen que están en estado de gravidez.
Realizar una dieta equilibrada, buscar aporte de folatos tres meses antes de la concepción, y hasta 12 semanas después, y rechazar la ingesta de fármacos teratógenos o tóxicos, ayudará a mantener alejada esta afección.
El ácido fólico es prácticamente obligatorio, ya que su ingesta previene la aparición de tres de cuatro malformaciones congénitas del tubo neural. Suele recetarse de tres a seis meses antes del embarazo, y en el primer trimestre de gestación, cuando el tubo neural se encuentra en formación. La dosis recomendada es de 0,4 miligramos diarios.
Tipos y síntomas de la espina bífida
La afección se divide en dos tipos: La espina bífida oculta, que consiste en una abertura o defecto en una o más vertebras. Algunas tienen una protuberancia, lipoma, mancha oscura, u hoyuelo sobre la zona afectada.
En esta clase, los nervios y la médula espinal no están alterados. Por ello, es posible que muchas personas desconozcan que la padecen, ya que sus síntomas se pueden presentar en edades avanzadas.
La sintomatología incluye fallas neurológicas y debilidad en las extremidades inferiores, como atrofia de un pie o una pierna, así como también alteración de los reflejos o poca sensibilidad.
También puede acarrear problemas genito-urinarios (incontinencia de heces, o de orina, o retención de la micción) u Ortopédicos (diferencias en el tamaño o deformidad de los pies).
La espina bífida abierta o quística es la más grave. Esta lesión se caracteriza por un abultamiento evidente, en forma de quiste, en el área de la espalda.
Ésta a su vez se divide en dos categorías. La mielomeningocele, que es una masa quística que se presenta en la médula espinal, en las raíces medulares o en las meninges, así como una incompleta formación de los arcos vertebrales (por defectos de nacimiento o trastornos congénitos), que se pueden localizar en cualquier lugar a lo largo de la columna vertebral.
Su causa es indiscutible: el canal medular y la columna no se cierran correctamente antes del nacimiento del bebé, y por ende salen a relucir protuberancias en la espalda del niño.
Se trata de la variante más delicada, y pese a que no es una enfermedad mortal, puede provocar daños neuronales muy severos (discapacidades motrices e intelectuales del pequeño, o hidrocefalia).
Sus signos suelen ser: parálisis parcial o total de las piernas, falta de sensibilidad y dificultades para controlar los intestinos o la vejiga. Además, al estar expuesta, la médula espinal es propensa a contraer infecciones como meningitis.
Es por esto que resulta de vital importancia que se lleve a cabo una intervención quirúrgica para cerrar la abertura y así prevenir futuras anomalías.
La espina bífida abierta o quística también tiene otras variantes: meningocele y limpomeningocele. Sin embargo, estas son las menos frecuentes. Se manifiestan con una abertura desde la cual se vislumbra un quiste repleto de líquido cefalorraquídeo, que tiene parte de las meninges, pero no de los nervios espinales.
Sus repercusiones recaen tanto en las funciones urinarias como en las motoras.
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