El control motor, emocional y cognitivo recae en un grupo de estructuras neuronales localizadas en los hemisferios cerebrales, que se denomina ganglios basales. Estos promueven la iniciación e integración del movimiento en un circuito integrado por varias estructuras, a través del cual reciben información de la corteza cerebral y del tronco del encéfalo, la procesan y proyectan de nuevo a la corteza, al tronco y a la médula espinal, para contribuir así a la coordinación del movimiento. Además, los ganglios basales intervienen en la solución de problemas, por lo que su alteración podría ocasionar dificultad para elaborar un comportamiento guiado internamente, alteraciones de los procesos de atención y/o inconvenientes para ejecutar actividades simultáneas.
Denominados también núcleos de base, los ganglios basales se componen de cinco núcleos interconectados entre sí (núcleo caudado, el putamen, el globo pálido, el núcleo subtalámico y la sustancia Negra), que de no funcionar correctamente, podrían desencadenar enfermedades físicas y psicológicas como Trastorno de Atención con Hiperactividad (TDAH), síndrome de Tourette y esquizofrenia, entre otros.
El núcleo caudado empieza debajo del lóbulo frontal y se inclina hacia el lóbulo occipital. Parece ser el responsable de alertarnos ante alguna dificultad y se asocia con diversos desórdenes que alteran el comportamiento y las emociones. El trastorno obsesivo compulsivo, por ejemplo, se vincula con un núcleo caudado sobreactivado, mientras que el déficit de atención (TDA), la depresión, la esquizofrenia y la apatía, se relacionan con un núcleo caudado hipoactivo.
El putamen se halla debajo y detrás del núcleo caudado. Coordina comportamientos automáticos como montar bicicleta o conducir. Los problemas con el putamen pueden explicar los síntomas del síndrome de Tourette, un trastorno neuropsiquiátrico con inicio en la infancia, caracterizado por la realización de movimientos o sonidos llamados tics, con poco o ningún control sobre ellos.
El globo pálido de los ganglios basales se ubica dentro del putamen y recibe información desde el núcleo caudado y el putamen, y la envía a la sustancia negra, que se encuentra en las porciones superiores del cerebro medio, debajo del tálamo, y toma su color de la neuromelanina, un “pariente” de la melanina o pigmento de la piel. Una parte de ella utiliza neuronas dopaminérgicas para enviar señales hacia el cuerpo estriado e interviene en circuitos de recompensa. El resto de la sustancia negra controla los movimientos de los ojos. Ambas están implicadas en el desarrollo del mal de Parkinson.
Función de los Ganglios basales
Los ganglios basales se conectan con otras zonas del cerebro para garantizar el movimiento. Las funciones específicas en torno a ello son:
- Desarrollar secuencias de movimiento estabilizadas, aprendidas y previsibles que no requieren de un control consciente como los cambios de postura.
- Producir una señal interna que indica el final de un componente del movimiento y que permite pasar al siguiente. La lentitud en la velocidad del movimiento que enfrentan las personas diagnosticadas de Parkinson durante la marcha, podría estar relacionada con la interrupción de éstas señales internas que podrían generar la congelación de la marcha (bloqueos o freezing).
- Integrar y seleccionar las informaciones sensoriales provenientes de la vista y otras fuentes, transformándolas en señales coherentes fundamentales para el uso motor.
- Prever el movimiento y lo corregir cuando se amerite.
- Originar referencias internas (corporales) necesarias para la producción del movimiento, como por ejemplo la forma en la que se deben mover las piernas cuando se camina. Cuando no funcionan correctamente y no producen estas señales internas, activan mecanismos compensatorios como el uso de referencias externas (la vista) que no siempre son útiles.
Disfunción de los ganglios basales
La capacidad de los ganglios basales para comenzar y controlar el movimiento puede verse afectada por condiciones físicas y afecciones orgánicas como atetosis (movimientos sinuosos lentos y convulsivos de los músculos), intoxicación con monóxido de carbono, cobre o manganeso, sobredosis de drogas, traumatismo craneal, enfermedad hepática, problemas metabólicos, esclerosis múltiple, efectos secundarios de ciertos medicamentos, accidentes cerebrovasculares, tumores, Distonía, Enfermedad de Huntington, Atrofia multisistémica, Mal de Parkinson, Parálisis supranuclear progresiva y Enfermedad de Wilson, entre otras.
Cuando hay disfunción en los ganglios basales, el individuo puede presentar inconvenientes para controlar el habla y la postura, dificultad para iniciar, suspender o sostener el movimiento y alteración en los procesos de pensamiento. Los síntomas pueden incluir aumento del tono muscular, rigidez y espasmos, temblor, movimientos repetitivos, lenguaje y gritos incontrolables (tics) y conflicto para caminar.
Para el diagnóstico se elaboran exámenes de sangre, tomografía y resonancia magnética de la cabeza. Dependiendo de la complejidad del caso, puede que sea necesaria la realización de pruebas genéticas como angiografía por resonancia magnética para examinar los vasos sanguíneos en el cuello y el cerebro, y tomografía por emisión de positrones (TEP) para evaluar el metabolismo del cerebro.
Algunas situaciones de disfunción en los ganglios basales se revierten con tratamiento temporal, y otras requieren medicación de por vida.
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