Cuando el hígado contiene ente 5% y 10% de grasa, se está en presencia de una enfermedad denominada esteatosis hepática, conocida como hígado graso. Comúnmente se le relaciona con la ingesta excesiva de alcohol pero, en realidad sobreviene por la persistencia de enzimas hepáticas elevadas, lo cual no está necesariamente asociado al consumo de licor. Son la diabetes, la obesidad, los triglicéridos y el colesterol, los verdaderos causantes de esta patología.
Generalmente, el hígado graso es una afección benigna que no evoluciona. Puede revertirse, siempre y cuando se apliquen las medidas necesarias para eliminar la grasa del hígado, y así evitar que se inflame, aumente de tamaño y pueda derivar en esteatohepatitis o cirrosis.
¿Quiénes padecen hígado graso?
El hígado graso no alcohólico se presenta en personas de todas las edades, inclusive en niños. Hay más casos de individuos mayores, y el riesgo se incrementa con la edad. Afecta a ambos sexos, pero se ha demostrado una mayor incidencia en hombres que en mujeres.
Los pacientes obesos con síndrome metabólico tienen más posibilidad de tener hígado graso que los pacientes obesos que no enfrentan esta condición.
Igualmente, en estudios recientes se ha determinado que los pacientes con hígado graso poseen un significativo riesgo de desarrollar padecimientos cardiovasculares y renales, que incrementan la probabilidad de muerte a causa de ellos.
¿Cuáles son las causas del hígado graso?
El hígado graso se produce cuando se ingieren más calorías de las requeridas por el cuerpo, las cuales se convierten en grasa y se acumulan en el órgano. La diabetes mellitus tipo 2 y la obesidad destacan como dos de los principales agentes desencadenantes, así como los altos niveles de triglicéridos y colesterol, y el síndrome metabólico o síndrome X. Perder peso muy rápidamente también puede originar esta enfermedad.
¿Qué efectos ocasiona?
Los individuos que padecen de hígado graso tienen el hígado inflamado y las transaminasas elevadas. No obstante, la enfermedad puede ser asintomática lo cual es negativo porque puede evolucionar silenciosamente a estadios más graves.
Cuando el malestar se hace presente, las personas presentan una serie de signos y síntomas muy característicos como colesterol, triglicéridos y ácido úrico alto, resistencia a la insulina, adelgazamiento, pérdida de apetito, ansiedad por comer en horas vespertinas, fatiga, agotamiento, náusea, fibromialgia, mala memoria, dificultad para centrar la atención, verrugas en el cuello y las axilas, apnea del sueño, caída del cabello y acné. Adicionalmente, muestran un abdomen voluminoso, aún sin comer demasiado.
Cabe destacar que estos signos y síntomas se manifiestan cuando la enfermedad es severa.
¿Cómo se diagnostica el hígado graso?
El ultrasonido y la biopsia hepática son las pruebas comúnmente seleccionadas para diagnosticar el hígado graso, pero se han venido desarrollo distintas técnicas no invasivas, tanto serológicas como de imagen, que abren nuevas posibilidades de investigación y permiten hacer una evaluación más suave y benigna a los pacientes, a la vez que proporcionan un mejor estudio de la historia natural de la patología.
Para realizar la evaluación clínica se hace en primer lugar una exploración física y antropométrica al paciente. Luego se procede a descartar la exclusión de un consumo excesivo de alcohol y otras causas de hígado graso de etiología no alcohólica.
Se continúa con exámenes bioquímicos y pruebas de imagen como ultrasonografía, tomografía computarizada, resonancia magnética nuclear y biopsia hepática.
¿Cuál es el Tratamiento del Hígado graso?
Actualmente no existe un tratamiento específico. Sin embargo, la práctica de un estilo de vida saludable es, sin duda, el mejor método para mejorar la sintomatología provocada por el hígado graso.
Una sana alimentación, con una dieta rica en fibra vegetal y balanceada es fundamental. Pueden ingerirse casi todos los alimentos en cantidades moderadas como carnes desgrasadas, leche, huevos, queso bajo en grasa, pastas integrales, muchas frutas y vegetales.
Los productos prohibidos son embutidos, pescados grasos, alimentos altos en sodio, condimentos picantes, pastelería, chocolate y azúcar de mesa. Se recomienda preparar las comidas a la plancha, horneadas, al vapor o asadas, así como utilizar muy poco aceite, mayonesa y mantequilla.
Otra recomendación para curar el hígado graso es dedicar una hora diaria al entrenamiento físico. Según el criterio médico para cada paciente, pueden ser ejercicios de intensidad media como caminar, o de alto impacto como correr y saltar la cuerda. Además, se puede optar por ejercicios aeróbicos y pliométricos que fortalecen el hígado, previenen la acumulación de grasa y aumentan el flujo de sangre hacia el hígado para eliminar las toxinas. Hay que evitar el sedentarismo y acudir a un nutricionista para recibir de forma adecuada las recomendaciones para la disminución del peso corporal y la modificación de la dieta.
Como tratamiento farmacológico, el medicamento normalmente utilizado es el indicado para la resistencia a la insulina como la Metformina.
La cirugía bariátrica también es una opción, dependiendo de las particularidades del paciente. Ésta contempla diversos procedimientos para controlar la obesidad, reduciendo el aporte energético y la formación de grasa corporal, vinculada con el hígado graso y otras enfermedades.
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