La leishmaniasis es una patología ocasionada por un parásito conocido como Leishmania. El padecimiento aflora tras la picadura de los flebótomos hembras portadores. Existen alrededor de 90 familias diversas de estos insectos, principales transmisoras del parásito que genera la enfermedad. Científicamente se han determinado tres tipos de leishmaniasis: la mucocutánea, la cutánea (la más frecuente) y la leishmaniasis visceral, también denominada kala-azar.
La leishmaniasis visceral o kala-azar es un cuadro epidémico crónico que perjudica, en especial, a la población de entornos cálidos o costeros provenientes. Los casos mortales por detección tardía se elevan a 95%.
Síntomas de la leishmaniasis visceral
Los individuos contagiados con leishmaniasis visceral presentan pérdida de peso, anemia y fiebre continua por dos semanas. También pueden manifestar esplenomegalia –que radica en el aumento anormal del tamaño del bazo- y hepatomegalia –que denota en el crecimiento anormal del hígado.
Otro de los indicadores es la leucopenia, que consiste en una disminución de los leucocitos en la sangre.
Dependiendo de la gravedad, puede haber dificultad respiratoria, congestión y hemorragia nasal, aparición de ulceras en la piel, lengua, encías, labios y nariz, tos, diarrea, vómito, dolor abdominal, sudoración, pérdida del cabello, palidez y agrietamiento en la epidermis.
Incidencia de la Leishmaniasis visceral
Son habituales los casos en regiones del oriente de África y el subcontinente indio. Se calcula que son diagnosticados, anualmente, cerca de 400 mil nuevos pacientes con leishmaniasis visceral.
Para el año 2014, el grueso de los diagnósticos reportados a la Organización Mundial de la Salud (OMS), provenían de países como Somalia, Etiopía, Brasil, Sudán y Sudán del Sur.
Las cifras de pacientes en naciones como Nepal, Bangladesh e India han disminuido, a consecuencia del plan para contrarrestar la leishmaniasis visceral que elaboró y desarrolla la OMS.
La población más propensa
La leishmaniasis visceral perjudica a las personas con menores recursos, puesto que su estilo de vida repercute en la salud de su sistema inmune, que se torna débil, debido a la nutrición deficiente, cambios de domicilio y circunstancias infrahumanas.
A la leishmaniasis visceral se le relaciona con alteraciones a nivel ambiental, entre las que destacan: ampliación de las ciudades, construcción de embalses, tala y técnicas de irrigación.
Se calcula que anualmente fallecen cerca de 30 mil personas infectadas, a pesar de que un mínimo segmento de los contagiados llega a sufrir la afección. Su desarrollo o no está condicionado, en gran medida, al funcionamiento del sistema inmune de cada persona.
Según datos aportados por la OMS, un aproximado de 3 millones de individuos en todo el orbe, padece de leishmaniasis. El número de infectados es de 12 millones, mientras que otros 350 millones viven en áreas con un peligro importante de contagio.
El clima incide en la propagación
Las variaciones del clima, específicamente la humedad y las lluvias, repercuten en las reservas animales y modifican la distribución, tamaño y tasa de longevidad de los afectados.
Estos cambios hacen que los parásitos se aniden en nuevas zonas, pues se altera su desarrollo.
Los diluvios, sequías y hambrunas exponen a nuevas personas a contraer los diferentes tipos de leishmaniasis; incluida la leishmaniasis visceral.
¿Cómo se diagnóstica y cuál es el tratamiento de la Leishmaniasis visceral?
Para determinar que un paciente padece de leishmaniasis visceral, es necesario hacer un estudio combinado de pruebas serológicas, preferiblemente de dictamen rápido.
En las etapas evolucionadas del padecimiento, los síntomas como anemia, fiebre, y aumento anormal del hígado y el bazo, llevarán al especialista a deducir la presencia de la leishmaniasis visceral, por lo que resulta más sencillo el diagnostico.
No obstante, en los periodos iníciales es complicado confirmar la existencia del padecimiento, pues varios de sus signos se asemejan a los de un simple resfriado común.
En ciertas situaciones, es vital hacer biopsias, cultivos, conteos y otros exámenes más específicos.
El tratamiento está sujeto a diversos factores, entre ellos la ubicación geográfica y la especie del parásito. Está orientado básicamente a contrarrestar los síntomas y evitar las complicaciones. En los primeros siete días, se recomienda internar, para hacer un seguimiento exhaustivo.
Todavía no se han desarrollado vacunas contra la leishmaniasis visceral.
Prevención
Hay medidas de prevención que se pueden aplicar desde el hogar, como la implementación de mosquiteros y la aplicación de insecticidas, tanto ambientales como corporales.
Un diagnóstico a tiempo y un tratamiento oportuno, minimizan el periodo de infección y favorecen la efectividad del tratamiento.
El seguimiento propicio de los síntomas y su evolución es vital. Una vez detectado el cuadro clínico, es más sencillo prevenir la transmisión a otras personas.
Para estar resguardados conviene evitar frecuentar áreas boscosas, mantener la higiene en el hogar e instalar tela metálica en las ventanas.
Ayuda usar ropa que cubra brazos y piernas, desinfectar a los perros, ya que a ellos también les afecta, y quitar la maleza de los alrededores de las viviendas.
No hay que olvidar que la información y educación sobre el tema, resulta una de las mejores armas para la prevención de la patología.
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