Quienes han crecido en esta era de innovación tecnológica, probablemente no se imaginen la vida sin ella. Los llamados dispositivos inteligentes no sólo han causado furor, por su estética y funcionalidad, sino que han llegado a generar cierta dependencia. Con el teléfono celular la situación es evidente. Más que un objeto utilitario, es el “compañero” inseparable de miles de personas que han volcado en ese aparato el peso de su autoestima, seguridad, integración y rendimiento laboral. Muchos se desesperan al no tenerlo y su estado de ánimo se tambalea con sólo pensar que podrían estar incomunicados.
Esas y otras sensaciones se despiertan con la nomofobia, descrita por los especialistas como el miedo irracional a estar sin móvil. En países como España, este trastorno se ha convertido en un fenómeno social promovido, principalmente, por jóvenes entre 18 y 24 años. Son ellos quienes están más familiarizados con las nuevas tecnologías, y “luchan” constantemente por ser aceptados en determinados grupos.
Los ojos puestos en la pantalla
A nivel mundial se estima que poco más del 77% de las personas que utilizan un teléfono de última generación padece nomofobia. Tanta es su fijación por este equipo, que generalmente es lo primero que revisan al despertarse y lo último que ven al acostarse. Lo chequean entre 10 y 30 veces cada 60 minutos, y el promedio de uso diario que le dan es de 5.5 horas en el caso de las mujeres, y 3,5 en el de los hombres. Paradójicamente no son las llamadas lo que más aprovechan. El tiempo se va en mirar el reloj, oír música, visitar las redes sociales, navegar por internet y chatear, sin importar si están en el trabajo, en la clase de inglés o si van detrás del volante de un auto.
Socialización virtual
Aunque se ha hablado sobre el peligro del abuso de la tecnología, no es ese el principal tema de discusión al describir la nomofobia. Lo más importante es el grado de obsesión que ocasiona, y la brusca irrupción que ha tenido en los procesos de socialización. No importa que tan acompañado estén o qué agradable sea el lugar, los nomofóbicos siempre preferirán las relaciones y atracciones virtuales. Son “esclavos” del teléfono y reaccionan bruscamente cuando se les agota la batería, se quedan sin saldo o se les daña el aparato. Verse lejos de él les provoca angustia, taquicardias, dolor de cabeza y de estómago, desesperación, temblores y otros tantos síntomas, que se han llegado a comparar con los producidos por la ingesta de drogas o alcohol.
Quienes sufren de Nomofobia se descubren fácilmente. Suelen tener baja autoestima, son introvertidos, callados, celosos con la privacidad de su Smartphone, poseen pocas habilidades de afrontamiento, no se incluyen en actividades de ocio más que las proporcionadas por el móvil, se devuelven si notan que lo han dejado, lo utilizan hasta en el baño, lo observan cada cinco minutos, tienen problemas de concentración, se sienten inseguros y temerosos cuando no lo tienen, y colapsan en los momentos en los que, por una u otra razón, no pueden utilizarlo como acostumbran.
En situaciones de ansiedad extrema, los afectados por nomofobia pueden experimentar incremento de la frecuencia cardíaca, dificultad para respirar, atragantamiento, molestias en el tórax, mareo o desmayo, calores súbitos y melancolía.
Factores emocionales
Muchos especialistas aducen el desarrollo de la nomofobia a la falta de autoestima, a la imposibilidad de establecer relaciones provechosas y al temor de sentirse solo. Para bien o para mal, a través del teléfono, los individuos siempre están conectados e inmersos en ese mundo de actualidad que los mantiene en contacto con el entorno. En las comunidades virtuales que se crean alrededor de las redes, juegos y aplicaciones, encuentran esa compañía que tanto les hace falta. Se sumergen en ese ir y venir de información que, si bien es cierto, los aleja de situaciones a los que no quieren enfrentarse, los puede colocar en un escenario de amargas experiencias.
Autocontrol para vencer la nomofobia
Lo conveniente es solicitar la ayuda de un terapeuta o personal capacitado en el tratamiento de dependencias, seguridad y autoestima. No obstante, el autocontrol es lo más factible e indicado para contrarrestar los efectos de la nomofobia. Pequeñas acciones como apagar el teléfono en los momentos de acompañamiento familiar, priorizar entre la realidad y el mundo virtual e identificar las señales físicas y/o conductuales generadas por la dependencia al celular, representarían un primer paso. Tomar medidas como adquirir una tarjeta de llamada que se pueda utilizar en cualquier teléfono público, también podría funcionar. La idea es internalizar que por más novedoso y atractivas que puedan ser las funciones del teléfono, no deja de ser un implemento comunicacional que puede sustituirse por otras herramientas como ordenadores y tabletas.
Para superar la nomofobia, convendría además dejar el móvil en otra habitación, especialmente durante el sueño, no cogerlo cuando se harán salidas cortas a lugares cercanos de la casa o el trabajo, y desconectar eventualmente las aplicaciones que ameriten señal de internet, para que así sólo se tenga que emplear para hacer o contestar llamadas.
En el caso de menores de edad, la recomendación a los padres es establecer horarios para el uso de los equipos, regular la conexión a la web por la noche o en situaciones específicas, y acudir a un psicólogo si los cuadros de pánico son evidentes e incontrolables.
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