Muchas son las terapias que se han desarrollado para enfrentar patologías emocionales como la depresión, los trastornos de ansiedad y las fobias sociales. A la mente nos llega la imagen de un paciente que, recostado en un diván, le cuenta a un psicoanalista todos sus problemas en un intento por hallar soluciones asertivas. Ese episodio pareciera ser la norma, pero no es así. Hay técnicas que rompen paradigmas y ofrecen herramientas dinámicas para hacer frente a las perturbaciones, en aras de lograr la evolución y el crecimiento personal. El psicodrama es una de ellas, y contempla la utilización de recursos teatrales y escenográficos, para despertar distintos efectos en el individuo.
¿Cómo funciona el psicodrama?
Monólogos, títeres, disfraces, inversión de roles y proyección al futuro, son algunas de las tácticas que se emplean en el psicodrama para enfrentar al sujeto con sus sentimientos y emociones, y brindarle así la oportunidad de representar sus reacciones y comportamientos, en un afán por mostrarle el papel que juega en su propia vida, y la manera en la que se desenvuelve en los distintos entornos.
El éxito del psicodrama radica en el poder que tiene para hacer que el individuo recapacite sobre la manera en la que se relaciona consigo mismo y con los demás. Habrá un escenario, un reparto y una interpretación, pero ningún guión establecido.
La terapia puede ser individual o grupal, pero el fin siempre será el mismo: discutir a posteriori las tendencias y limitaciones de la persona para que así pueda apreciar sus errores y hallar posibles modos de acción que, aunque surgieron de escenas ficticias, pueden ser aplicados en su cotidianidad.
El paciente no solo hablará de sus inconvenientes e inquietudes. Los escenificará y se convertirá en protagonista de su propia historia.
Origen del psicodrama
Como creador del psicodrama se menciona al psiquiatra rumano Jacob Levy Moreno (1898-1974). Lo utilizó por primera vez en 1932, en un Congreso de la Asociación América de Psiquiatría en Filadelfia (EEUU). Para entonces, lo definió como un salto del tratamiento del individuo aislado, al tratamiento del individuo en grupo.
Moreno trabajó en esta herramienta basado en la premisa de que “no se puede concebir al ser humano sin contar con su relación con el otro, ni valorar sus problemas solo desde una percepción individual”.
De este modo, desarrolló el llamado psicodrama de grupo, para que el paciente pudiera resolver sus problemas sobre un escenario y frente a un director terapéutico. Los actores auxiliares pueden ser la pareja, la familia, los compañeros o unos extras que encarnarán al papá, la mamá, los hijos, el jefe, la esposa u otro personaje que requiera la obra.
Con el tiempo, el psicodrama se convirtió en un método tanto de diagnóstico, como de tratamiento, que se fue implementando en áreas de salud, psicoterapia, psicopedagogía, investigación y desarrollo organizacional.
Se ha demostrado su eficacia en la superación de trastornos obsesivos-compulsivos, mejoramiento de la autoestima, disminución del estrés, aceptación del duelo y aumento de la motivación.
Beneficios de la terapia
El autoconocimiento y la exploración son dos elementos que se afianzan en el psicodrama, como estrategias para disminuir las reacciones negativas ante determinados hechos o personas.
El psicodrama sirve para que el especialista pueda recopilar información adicional, a través de los gestos y el lenguaje corporal.
Al igual que otras técnicas del psicoanálisis, permite tratar asuntos pendientes del pasado e incluso abordar aspectos esenciales del presente y el futuro.
Los sentimientos y emociones evidenciados, ayudarán al experto a formarse una opinión acerca de la relación que tiene el sujeto con la sociedad.
Lo mejor de todo, es que con el psicodrama el paciente dejará de ser una víctima, para convertirse en el protagonista de su trabajo terapéutico.
Visto de ese modo, el psicodrama es esencial para que el afectado detecte lo que le pasa, lo que siente y todo lo que hace o deja de hacer en función de eso. Ahondará en sus circunstancias y limitaciones, y descubrirá todo cuanto debe cambiar o perfeccionar para vivir en paz, tranquilo y feliz.
Sesión de psicodrama
Las sesiones de psicodrama pueden tardar de 45 a 120 minutos. Lo recomendado son dos por semana, dependiendo de la condición a tratar. Sus principales “armas” son la espontaneidad y la creatividad. No es que se tenga que ser actor, ni mucho menos, sino que la persona debe estar en la capacidad de responder a las distintas situaciones, procurando siempre adoptar acciones que denoten mejoras en su quehacer como ser humano.
Una psicoterapia puede constar de tres fases. En la primera, que es de calentamiento, los participantes deben realizar ejercicios de respiración y movimiento para soltarse.
La segunda etapa corresponde a la dramatización. En ella el terapeuta pedirá al paciente que recree una situación real o imaginaria vinculada a su problema. Como se dijo, puede ser individual o grupal. En caso de haber asistentes, éstos harán lo que el director les indique.
En el último ciclo o eco grupal, los involucrados se reunirán para exponer su experiencia y describir las vivencias. La intención es que el paciente pueda meditar sobre la manera en la que sus acciones o conductas son apreciadas por los demás.
La escena propuesta por el especialista servirá para explorar, develar o resolver. Cualquier comentario que se haga debe ser desde lo racional y no desde lo emocional.
No están permitidos los juicios de valor ni los consejos por parte del resto del equipo. La reunión se irá transformando en una terapia donde todos deben aprender y crecer, con respeto, confianza, tolerancia y aceptación. Solo así habrá sido fructífera la terapia de psicodrama.
Deja un comentario