Muchas mujeres sueñan con llegar a ser madres, pero ven frustradas sus aspiraciones al sufrir un aborto. Cuando las pérdidas fetales son recurrentes puede haber varias causas y entre ellas se encuentra el síndrome antifosfolipído.
Denominado también como trombofilia, el síndrome antifosfolipído es una patología que interfiere en el sistema inmunológico, provocando trombosis (coágulos de sangre en las venas o arterias) y pérdidas de embarazos.
De forma global, cuando ocurre el síndrome antifosfolípido es porque existen anticuerpos en la sangre que alteran el sistema de coagulación. Hay dos tipos de anticuerpos antifosfolípidos que se vinculan a las fallas reproductivas, el anticardiolipina y el anticoagulante lúpico.
Como los pacientes de síndrome antifosfolípido tienen fallas en la circulación sanguínea y no poseen una coagulación normal, el embarazo se complica con una hipertensión arterial o un crecimiento inadecuado del feto.
La enfermedad afecta las arterias uterinas que irrigan la placenta y, en consecuencia, disminuye los nutrientes y el oxígeno necesarios para que el bebé se desarrolle, generando abortos o nacimientos prematuros.
Cuando en la embarazada aparecen los anticuerpos antifosfolipído se presentan alteraciones de coagulación que se evidencian en la disminución de las plaquetas maternas, sustancias que son imprescindibles para la coagulación sanguínea, así como trombosis en la placenta.
Incidencia
El trastorno puede presentarse de forma aislada, denominándose primario, o bien asociado a otras enfermedades autoinmunes sistémicas, principalmente al lupus eritematoso sistémico.
El síndrome antifosfolipído no es contagioso, pues no se transmite de una persona a otra, y no es mortal. Muchas podrían tenerlo y no estar enteradas. Se estima que un 2 por ciento da las mujeres lo padecen y el aborto podría ocurrir en cualquier período de la gestación.
Generalmente se descubre tras una serie de pruebas de sangre cuando los antecedentes indican que se tuvieron una o más pérdidas, antes o después de las 10 semanas, sin causa aparente.
Igualmente, el médico puede ordenar un test cuando se han producido uno o más partos prematuros cerca de las 34 semanas, tras sufrir un cuadro hipertensivo severo o insuficiencia placentaria que retarda el desarrollo del feto.
Los exámenes que se aplican miden la coagulación de la sangre y localizan anticuerpos. Estos son: anticoagulante lúpico, inmunoglobulina G y M para anticardiolipinas, KPTT y tiempo de Quick (coagulación), nivel de plaquetas en sangre y VDRL positivo (sin tener sífilis).
El especialista no debería solicitar todos estos estudios como parte de las pruebas de rutina a todas las mujeres embarazadas o con deseos de embarazo, pues se trata de un problema poco frecuente.
Otras consecuencias del síndrome antifosfolipído
Estudios clínicos reportan que quienes padecen de síndrome antifosfolipído pueden sufrir trombosis intracardíacas, infarto del miocardio, hipertensión pulmonar, trombosis de la arteria mesentérica, necrosis avascular de la cadera (por reducción del suministro de sangre al hueso) y la enfermedad de Addison por trombosis adrenal (déficit hormonal). Los vasos arteriales periféricos y los distales también pueden verse afectados y producir gangrena.
En 1992 se describió un subtipo de síndrome antifosfolípido que suele ser fatal, pues un 50 por ciento de los pacientes fallecen a pesar de someterse a un tratamiento, debido a un fallo multiorgánico secundario que genera una trombosis masiva. Este síndrome antifosfolípido se le llama catastrófico y cuando ocurre se presentan múltiples episodios vasculares oclusivos (se obstruyen los vasos) que afectan, usualmente, a los pequeños vasos que alimentan diferentes órganos y sistemas del cuerpo.
Tratamiento del síndrome antifosfolipído
Si se está embarazada y se detecta el síndrome antifosfolipído la paciente tiene que acudir lo más pronto posible a su obstetra para iniciar el tratamiento adecuado, pues afortunadamente se ha reportado que el 75% de las afectadas evoluciona positivamente.
Generalmente el médico especialista recetará aspirina en bajas dosis 80 mg/día, anticoagulación con heparina y corticoides como la prednisona. Cuando no se obtienen los resultados esperados con estos fármacos, se suele aplicar un tratamiento endovenoso con gammaglobulina de forma mensual y durante todo el proceso de gestación. También se utilizarán corticoides asociados a ácido acetilsalicílico (aspirina).
En última instancia, el especialista puede instar a la madre con síndrome antifosfolípido a someterse a una plasmaferésis, que es un “método en el que se extrae completamente la sangre del cuerpo y se procesa de forma que los glóbulos blancos y rojos se separen del plasma. Las células de la sangre se devuelven luego al paciente sin el plasma, el cual el organismo sustituye rápidamente”.
Un seguimiento cuidadoso de estas pacientes por parte de un equipo multidisciplinario es tan importante para el éxito de la gestación como el tratamiento farmacológico.
Cuándo ocurren trombosis
Cuando las personas con síndrome antifosfolípido padecen episodios trombóticos, tanto arteriales como venosos, se suele indicar un tratamiento a base de anticoagulantes. En otros casos se receta el suministro de inmunosupresores asociados.
Con el propósito de evitar la recurrencia en pacientes con eventos trombóticos cerebrales, el médico puede recomendar el uso simultáneo de heparina y esteroides vinculados a azatioprina o ciclofosfamida.
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