Esos movimientos involuntarios, convulsivos, repentinos y exagerados llamados tics, son el principal síntoma de un trastorno del sistema nervioso denominado Síndrome de Tourette. El primer caso estudiado fue el de la Marqueza de Dampierre, una dama francesa que en la década de los 80 era conocida no sólo por su título nobiliario, sino por los tics corporales y repeticiones verbales que, sin control alguno, manifestaba delante de sus invitados y servidumbre. El neurólogo Georges Gilles de la Tourette dirigió su tratamiento y comprobó que repentinamente movía su cuerpo o comenzaba a ladrar, maullar o insultar. Sus exploraciones lo llevaron a describir otros nueve diagnósticos en 1885 y a sentar las bases para la investigación de esta patología que podría estar vinculada con una actividad anormal de la dopamina, un neurotransmisor que favorece la función motora del organismo, o ciertas variaciones en la producción de serotonina y norepirefrina, dos sustancias que “benefician” la comunicación entre las neuronas.
Realmente no se han determinado las causas específicas del Síndrome de Tourette, pero algunos científicos aducen que posee una carga genética, con un 50% de probabilidad de transmisión, sin que esto signifique que quien herede la enfermedad manifieste todos los síntomas. Otros han dicho que puede resultar de una mala interacción entre genes y factores de riesgo ambientales, de complicaciones en el parto o como consecuencia de trastornos neuropsiquiátricos autoinmunes asociados a infecciones estreptocócicas. Sin embargo, se requieren más exploraciones para avalar esas hipótesis.
Generalmente el Síndrome de Tourette empieza a evidenciarse entre los 5 y 10 años de edad, con frecuencias e intensidades distintas en cada etapa, dependiendo del estilo de vida de la persona. Mientras más estresada e intranquila esté, más fuertes serán las reacciones. Existen dos tipos de tics, los motores, que son los primeros en aparecer, e incluyen parpadeos, sacudones de hombros y encogimiento de hombros. Los tics vocales, por su parte, comprenden tarareos, gritos y ecos con la garganta. También hay tics simples como muecas faciales o carraspeos, y tics complejos como cabecear, sacudir un brazo y saltar; todo al mismo tiempo.
Signos y síntomas DEL SÍNDROME DE TOURETTE
Hay quienes tienden a confundir el Síndrome de Tourette con Coprolalia (tendencia patológica a pronunciar malas palabras), Ecolalia (repetición de las últimas palabras o frases que se escuchan) y Coprominia (realización de gestos insultantes), pero son signos poco frecuentes que no guardan relación directa con esta condición. Otros síntomas que sí pudieran notarse son: aspiración de aire sonora, pataleos, contracciones del vientre o del tórax y torsiones del cuello, además de molestias orgánicas como picor, cosquilleo o presión. También se pueden mostrar alteraciones de conducta como agresividad y aislamiento, cambios en los patrones de sueño, depresión y ansiedad.
La mayoría de los indicios del Síndrome de Tourette se agudizan durante la adolescencia, pero se reducen sustancialmente en la adultez. Pese a lo que muchos pueden pensar, no interfiere en la inteligencia del individuo, pero quienes lo desarrollan pueden tener dificultades de aprendizaje durante la niñez, ya sea por el impacto o continuidad de los tics, o por la presencia de otro tipo de trastornos vinculados con esta enfermedad como el trastorno obsesivo compulsivo y el trastorno por déficit de atención o hiperactividad. Puede que haya fases de mejoría, pero con el tiempo los tics reaparecen y, en ocasiones, con mayor vigor. Por más que se intente, es difícil controlarlos ya que son involuntarios, pero con un diagnostico oportuno y un tratamiento adecuado, es posible lograr avances.
Diagnostico del Síndrome de Tourette
No hay explicación certera para esta afirmación, pero los varones son cinco veces más propensos a padecer el Síndrome de Tourette. Tampoco existe una prueba que conlleve al diagnostico específico de esta enfermedad, pero su detección se basa principalmente en la observación del comportamiento del afectado. Primeramente, los médicos se esfuerzan por implementar estudios clínicos y psiquiátricos que permitan descartar un posible retraso mental o trastorno motor. De no existir indicios de estas condiciones, se aplican criterios como presencia de tics motores y fónicos, repetición continua durante más de 12 mese, movimientos y sonidos involuntarios que no estén asociados con la aplicación de fármacos, bajo rendimiento escolar, aislamiento social y señales de decaimiento emocional, entre otros. Si todo ello se ha manifestado antes de los 21 años de edad, es muy probable que exista Síndrome de Tourette.
Tratamiento
No hay cura para el Síndrome de Tourette, pero si tratamientos que mejoran la condición. En muchos casos no se requiere medicación pues no se evidencian discapacidades o conductas que pongan en riesgo la salud o equilibro emocional del paciente. No obstante, hay situaciones en las que sí se considera oportuno indicar fármacos que ayuden a controlar síntomas que interfieran en las habilidades del movimiento o del habla, los hábitos del sueño o el estado de ánimo. Entre esas medicinas destacan: haloperidol (Haldol), clonidina (Catapres), pimozida (Orap), risperidona (Risperdal), flufenazina (Prolixin, Permitil) y clonazepam (Klonopin), fluoxetina (Prozac), clomipramina (Anafranil), sertralina (Zoloft) y paroxetina (Paxil). Los mismos se van administrando poco a poco para evitar reacciones adversas como aumento de peso, rigidez muscular, cansancio, agitación motora, retraimiento social, depresión y deterioro cognitivo. Es apropiado combinar el tratamiento farmacológico con psicoterapia y técnicas de relajación para disminuir el estrés provocado por los tics.
Durante la niñez tal vez sea necesario recurrir a asistencia educativa especial, puesto que la dificultad para controlar los tics, aunado al déficit de atención, pueden agudizar el cuadro clínico de los afectados por Síndrome de Tourette. Los terapistas aconsejan hacer uso de grabadoras o computadoras para afrontar los posibles problemas de lectura y de escritura, implementar exámenes sin límite de tiempo y conceder permisos para abandonar la clase cuando los tics sean insostenibles. El apoyo familiar es vital porque muchos pequeños son víctimas de burlas y atropellos que pueden ocasionar inconvenientes mayores.
Parte de las experiencias y eventualidades que deben enfrentar quienes padecen el Síndrome de Tourette fueron resumidas por un hombre estadounidense diagnosticado con la enfermedad, a la edad de 11 años, y que con el tiempo decidió plasmar sus vivencias en el libro “Al frente de la clase: ¿Cómo el síndrome de Tourette me hico el maestro que nuca tuve?)”, del cual surgió el filme del mismo nombre, en el año 2008. ¿La historia? Un chico con Síndrome de Tourette que quería ser docente y que tuvo que superar infinidad de barreras para poder lograrlo.
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