En ocasiones nos hemos quejado de dolores en la parte baja de la espalda, ingle, glúteos o caderas. Al momento se lo achacamos a un movimiento brusco o a una mala postura, pero existen diversas razones para ello. El sedentarismo, los esfuerzos repetitivos, el uso de calzado alto o con hormas estrechas, el sobrepeso y otros factores pueden ocasionar esas y otras molestias lumbares que no siempre responden al mismo diagnóstico y/o tratamiento. Se dice que 80% de los casos se debe al llamado síndrome facetario, definido como una sobrecarga de las articulaciones vertebrales denominadas facetas, que se ubican en el área posterior de las vértebras. Además de dolor, provoca disfunción en las articulaciones interapofisarias vertebrales y en los tejidos blandos adyacentes, causando limitaciones en el movimiento.
Las facetas protegen el disco intervertebral, evitan el desplazamiento hacia delante de la vértebra, “cuidan” que no haya un exceso de rotación que provoque lesiones, e intervienen en el soporte de la carga del peso del cuerpo. Aguantan 16% de la carga axial que soporta la columna en cada segmento vertebral, pero debido a su pequeño tamaño y a su reducida superficie, esa carga equivale a 10 veces la carga por cm2 que soportan las rodillas. El volumen de presión al que están expuestas es tan alto, que son sensibles a cualquier esfuerzo adicional.
Quienes han padecido de síndrome facetario, han manifestado rigidez o una sensación de pérdida repentina de la movilidad que los deja “enganchados” o “atascados” en una misma posición, con un dolor intenso que puede aparecer repentinamente.
Diagnóstico y tratamiento del síndrome facetario
El síndrome facetario es más frecuente en las personas jóvenes y ocurre cuando se incrementa la lordosis lumbar, ya sea por un estiramiento forzado, por la utilización de tacones o por la flexión prolongada del tronco hacia adelante. También puede ocurrir por traumatismos en hiperextensión lumbar. Se considera además un indicio de ciertos trastornos en la zona dorsal y cervical como tortícolis, que surge por la irritación de las facetas cervicales, o contracturas de omoplatos que ocurren por inflamación en la faceta dorsal.
Las dolencias suelen originarse a primera hora de la mañana o luego de una larga jornada de inactividad. Se determina a través de pruebas radiológicas y, dependiendo de la gravedad de la situación, se aplican tratamientos de movilizaciones articulares y desbloqueos osteopáticos específicos. Cuando hay evidencia de lesiones degenerativas, los especialistas emplean una combinación de osteopatía, terapia manual, Ozonoterapia y Factor de Crecimiento plaquetario, para disminuir el dolor y la biorregeneración de las facetas articulares. También se suele indicar analgésicos, antiinflamatorios y opioides débiles, acompañados de otras técnicas como termoterapia.
Para obtener buenos resultados, se deben evitar los episodios de angustia y temor al movimiento. De lo contrario, el cuerpo podría entrar en una fase de “reposo” mental, inducida por el miedo, que podría retardar la mejoría.
Los pacientes con síndrome facetario deben intentar mantener una posición neutra de la pelvis y no incurrir en posturas extremas que aumenten la curvatura lumbar. Con ayuda de un fisioterapeuta los avances siempre están garantizados, pero cuando el proceso es lento, existe la opción de acudir a infiltraciones con esteroides, bloqueos selectivos radiculares, neurotomía facetaria o rizólisis o bloqueo selectivo facetario con anestésicos y corticoides.
En diagnósticos extremos de síndrome facetario, se colocan implantes para amortiguar la zona con sobrecarga y así limitar la postura. Se introducen administrando anestesia local al paciente y realizándole una pequeña incisión que no amerita post-operatorio.
El ejercicio puede ser útil para prevenir la progresión o aparición del síndrome facetario, especialmente en casos en los que existe hiperlordosis. Sin embargo, conviene consultar la opinión del especialista.
Cuando se convierte el Síndrome facetario en artrosis
Las molestias generadas por el síndrome facetario pueden desencadenar artrosis facetaría si no se toman las medidas de prevención y tratamiento adecuadas. Aunque se diga que a partir de los 30 años es normal presentar rastros de desgaste en la zona lumbar, es preciso evitar la degeneración del cartílago de la articulación facetaría. Cuando eso sucede, el problema dejará de ser un simple síndrome, para convertirse en artrosis. Cuando se es joven, ese cartílago se muestra espeso y lo suficientemente fuerte para soportar la carga, pero con el paso del tiempo y las malas posturas, ese grosor se va reduciendo, ocasionando artrosis. Si la degeneración es muy importante, el cartílago ya no amortigua la carga de la articulación y el hueso puede deformarse. Esta deformación puede llegar a provocar una estenosis espinal (estrechamiento) y comprimir alguna estructura nerviosa.
En sus inicios, la artrosis facetaria no provoca dolencias. Los nervios del dolor no se hallan en el cartílago, sino en el hueso subyacente. Cuando éste aparece, se diagnostica un síndrome facetario.
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