Cuando un paciente se encuentra en cuidados intensivos pueden surgir afecciones que agudizan su estado de salud y lo acercan a un desenlace fatal. El síndrome hepatorrenal es una complicación que compromete los riñones y afecta a las personas diagnosticadas con cirrosis hepática terminal. Al ocurrir, se crean malos pronósticos para el enfermo.
Si hay un síndrome hepatorrenal significa que los riñones no están funcionando a consecuencia del grave daño hepático. En síntesis, el cuerpo no elimina correctamente los desechos a través de la orina y se acumula nitrógeno en el torrente sanguíneo.
Además de los pacientes con cirrosis, el síndrome hepatorrenal suele afectar a los que sufren de insuficiencia hepática aguda o de hepatitis alcohólica.
Existen dos tipos de síndrome hepatorrenal (SHR), el SHR 1 y el SHR 2. El primero es una insuficiencia renal que avanza muy rápido y su capacidad de recuperación es muy baja. El segundo representa una falla más moderada y a menudo se mantiene estable.
Según estudios médicos la expectativa de vida promedio de un paciente que sufra el trastorno es de una a dos semanas para el SHR tipo 1 y de seis meses en el caso del SHR tipo 2. Esto se debe a que el síndrome hepatorrenal, como dijimos anteriormente, simboliza la etapa final de una serie de fallas que aparecen en el organismo cuando el hígado está afectado gravemente. Por ejemplo, cuando durante la cirrosis ya se ha presentado “hipotensión arterial, taquicardia, resistencia vascular periférica disminuida, gasto cardíaco elevado y activación de los sistemas vasoconstrictores”.
Desencadenantes
Adicionalmente a las patologías nombradas que conducen a un síndrome hepatorrenal, también hay factores de riesgo que podrían devenir en la complicación. Entre ellos están la hipotensión ortostática, que ocurre cuando al paciente se le baja la presión arterial al levantarse o cambiarse de posición bruscamente; por el uso de fármacos diuréticos, si hay un sangrado gastrointestinal, si el individuo sufre una infección o si fue sometido recientemente a una punción de líquido abdominal.
Estos factores pueden prevenirse, por ello el médico tratante de la enfermedad primaria debe vigilar y detener a tiempo cualquiera de estas anomalías y evitar el suministro de medicamentos contraindicados en estos casos. Además de los diuréticos, también recomiendan no recetar “antiinflamatorios no esteroideos, aminoglucósidos, agentes radiológicos con medio de contraste y de inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina”.
Síntomas del síndrome hepatorrenal
Son diversos los síntomas que presentan los pacientes que se complican con el síndrome hepatorrenal, pues dependen del tipo de SHR y de la posibilidad de que se mezclen con los signos ocasionados por la falla hepática. No obstante, hay algunas señales generales que suelen indicar la presencia del trastorno y que son inconfundibles. El abdomen se hincha de líquidos (ascitis), los pacientes sufren confusión mental, aumentan de peso, la piel se les pone amarillenta, tienen espasmos musculares, su orina es turbia, vomitan y sienten náuseas.
Es importante destacar que quienes padecen de cirrosis o falla hepática grave pueden sufrir de una insuficiencia renal por otras causas como nefrotoxicidad, necrosis tubular aguda o insuficiencia renal prerrenal. Por ello, el galeno deberá descartar otras patologías similares antes de dar con el diagnóstico de síndrome hepatorrenal e indicar los estudios y tratamientos que considere necesarios.
Tratamiento
Hacer que el hígado y los riñones trabajen mejor es la finalidad del tratamiento que se le aplica al paciente, aunque el desenlace suele ser fatal.
Un trasplante hepático podría ser la mejor alternativa para el síndrome hepatorrenal, ya que investigaciones clínicas pronostican una supervivencia de 60% luego de tres años de evolución y seguimiento. Sin embargo factores como la condición general del paciente y listas de espera para conseguir un órgano compatible dificultan la operación. También es importante llegar al quirófano sin la insuficiencia renal.
Por tal motivo, tanto si se va a someter a un trasplante o no, el paciente deberá aplicarse un tratamiento especializado para atacar la falla renal.
Lo primero que el médico hará será suspender cualquier fármaco que se le esté administrando de forma innecesaria, en particular los antibióticos a base de neomicina o gentamicina, los diuréticos de cualquier tipo y el ibuprofeno.
Será necesario someter al enfermo a un proceso de diálisis para mejorar los síntomas del síndrome hepatorrenal.
Farmacológicamente el tratamiento que se aplica es el uso de vasoconstrictores combinados con albúmina. Esto incluye tomar drogas como octreotida más midodrina, norepinefrina o dopamina para estabilizar la presión arterial y ayudar a que los riñones funcionen mejor.
Entre las complicaciones que se podrían presentar tras un tratamiento sin evolución favorable están: sangrados, fallas múltiples en otros órganos del cuerpo, enfermedad renal terminal, hipervolemia con insuficiencia cardíaca congestiva o edema pulmonar, coma hepático e infecciones secundarias.
La muerte de un paciente con síndrome hepatorrenal generalmente sucede a causa de una infección o por una hemorragia intensa.
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