Muchas enfermedades que han sido descubiertas hace más de 100 años, siguen siendo peligrosas para la salud. Tal es el caso de la tuberculosis, cuyo bacilo fue determinado en el año 1882 por Robert Koch (Premio Nobel de Medicina en 1905). Esta infección es provocada por el Mycobacterium tuberculosis, una bacteria que aunque suele atacar los pulmones, también puede dañar otras partes del cuerpo.
La tuberculosis pulmonar se transmite a través del aire, cuando una persona infectada tose, estornuda o habla. Dependiendo del estado de su sistema inmunitario, la proliferación de agentes malignos puede provocar un orificio en el pulmón y perjudicar seriamente los tejidos del organismo.
Esta afección se presenta de dos formas: como tuberculosis latente o tuberculosis activa. En la primera, el individuo no presenta síntomas ni puede transmitir las bacterias a otros, aunque arroje positivo en las pruebas de rutina. Es necesario que acuda a un profesional de la salud con rapidez, antes de que se manifieste la enfermedad.
En la tuberculosis activa, el paciente manifestará tos intensa por varias semanas, dolor en el pecho, expulsiones de sangre, debilidad y cansancio, pérdida de peso debido a la falta de apetito, fiebre, escalofríos y sudores nocturnos. Si no es tratada adecuadamente, puede resultar mortal.
La tuberculosis puede mantenerse localizada en una sola área y afectar solo un órgano, pero también expandirse a través de la sangre hacia el pulmón, piel, intestino, estómago, riñón y cerebro. Si se aloja en este último lugar, puede causar una meningitis tuberculosa, que es una de las consecuencias más graves de la enfermedad.
Factores de riesgo
Algunos contagiados muestran signos de tuberculosis tras pocas semanas, antes de que su sistema inmunitario sea capaz de contrarrestar sus efectos. Otros, pueden enfermarse años después, cuando sus defensas se debiliten por una razón diferente.
Quienes tienen mayor riesgo de contraer la patología, son las personas que han sido infectadas recientemente o las que tienen padecimientos que debilitan su organismo.
Quienes se contagiaron recientemente, probablemente habrán mantenido contacto con alguien infectado, inmigrado a sitios con altas tasas de la afección, permanecido con indigentes, individuos que consumen drogas inyectables o están infectados por el virus del VIH.
También son propensas a desarrollar tuberculosis, las personas que laboran o habitan en condiciones de hacinamiento o en instituciones como hospitales, albergues para desvalidos, centros correccionales, asilos de ancianos y casas para enfermos de sida.
Diagnóstico adecuado de la Tuberculosis
Una evaluación física es requerida para confirmar el diagnostico de tuberculosis. En este sentido, el doctor indicará varios exámenes ante la presencia de:
- Dedos hipocráticos o Acropaquia en manos y pies, una deformidad que hace lucir los dedos como palillos de tambor.
- Ganglios linfáticos inflamados o sensibles.
- Líquido alrededor del pulmón.
- Ruidos respiratorios inusuales.
- Dolor en el pecho.
- Sangramiento al toser.
- Secreciones nasales purulentas o con sangre.
- Sudoración.
- Febrícula (fiebre baja, principalmente durante las noches)
En este sentido, los estudios pueden abarcar:
- Broncoscopia
- Tomografía y radiografía de tórax
- Prueba de sangre para secreción de interferón gamma, proteínas producidas naturalmente por el sistema inmunitario, para comprobar si la infección de tuberculosis está activa o estuvo presente.
- Exámenes y cultivos de las secreciones de la nariz, garganta o los bronquios.
- Toracocentesis
- Prueba cutánea con tuberculina o prueba PPD, por sus siglas en inglés, que consiste en inyectar bajo la piel un derivado de una proteína de la bacteria, que es inofensivo, para luego determinar la reacción.
- Biopsia del tejido dañado, aunque se realiza pocas veces.
Tratamiento de la Tuberculosis
Lo principal es administrar medicamentos que combatan las bacterias de la tuberculosis. Por lo general, se combinan cuatro fármacos, principalmente antibióticos, y la persona debe ingerirlos hasta que los exámenes de laboratorio arrojen resultados positivos.
Es posible que la toma se extienda por aproximadamente seis meses y en momentos diferentes del día. Es importante que siga al pie de la letra las indicaciones que dé el médico, y se ingieran las píldoras a las horas recomendadas.
Quienes no beban sus medicamentos para la tuberculosis correctamente, corren peligro de sufrir los embates de la enfermedad de forma aún más agresiva. Las bacterias de este padecimiento pueden volverse resistentes, y los fármacos ya no tendrían el mismo efecto.
Es posible que el paciente requiera ser hospitalizado durante dos a cuatro semanas, para evitar la propagación de la enfermedad. Sin embargo, es vital recalcar, que con un diagnostico oportuno y las medidas adecuadas, la tuberculosis puede curarse, con un riesgo de recaída bastante bajo.
Prevenir la tuberculosis
Los centros de salud son sitios en los que fácilmente puede contagiarse la tuberculosis. Incluso, las personas que trabajan o reciben atención médica tienen un alto riesgo de infectarse. En este sentido, es importante contar con un plan de control de infecciones diseñado para garantizar la detección temprana de la contaminación, precauciones y tratamiento adecuado.
Elaborar normas de procedimientos para el control de la tuberculosis es esencial, así como evaluar su eficacia periódicamente.
También es posible tomar ciertas precauciones en casa para minimizar las probabilidades de contagio:
- Procurar una buena ventilación para los ambientes. Esto evitará la concentración de bacterias y gérmenes.
- Mantener las ventanas y cortinas abiertas para permitir la entrada de luz natural, la cual ayuda a acabar con la bacteria.
- Ingerir alimentos saludables.
- Aplicar la vacuna BCG a los bebés.
- Si el médico lo indica, tomar las pastillas de prevención (quimioprofilaxis).
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